lunes, 19 de mayo de 2014

Astro City: puertas abiertas, de Kurt Busiek, Brent Anderson y Alex Ross



Siempre es motivo de celebración la vuelta de una serie como Astro City, que aúna en sus páginas el homenaje a las figuras más clásicas del género superheroico con historias modernas y bien realizadas. Busiek ya sorprendió a propios y a extraños, junto al dibujante Alex Ross, al introducir el punto de vista de la persona normal, que veía con ojos llenos de emoción a los superhéroes que poblaban las urbes norteamericanas, especialmente Nueva York. Con el lector plenamente identificado con los personajes y en un momento histórico donde ese tipo de historias brillaban por su ausencia, Marvels se convirtió en un rotundo éxito. Y mientras ambos autores desarrollaron sus carreras a partir de entonces con éxito –Alex Ross hizo lo propio en DC con Kingdom Come y su secuela en la JSA: Venga a nosotros tu reino- decidieron seguir trabajando juntos en este concepto novedoso para la época, de modo que dieron forma a Astro City y contando con la ayuda del dibujante Brent Anderson –Ross solo se encarga de las portadas y de ayudar con los diseños- han logrado mantenerse en el mercado pese a enfrentarse a grandes dificultades, como problemas de publicación o una larga enfermedad del guionista.

Ahora, de la mano de un desvirtuado sello Vertigo, cada vez más lejos de sus años de esplendor, vuelve un nuevo volumen de la serie, recopilándose en este tomo los seis primeros números USA. Busiek, que nunca ha ocultado sus mayores influencias en colecciones como Los Vengadores, el cruce JLA/Vengadores o su última etapa en Superman con Carlos Pacheco (La caída de Camelot), plantea de nuevo una combinación entre episodios autoconclusivos narrados desde el punto de vista de un secundario, ajeno normalmente a los superhéroes y una subtrama que irá tomando importancia poco a poco, convirtiéndose en una saga de mayor duración, de modo que este primer tomo se puede leer de manera totalmente independiente pero no ofrece una historia completamente cerrada, sino que continuará en próximas entregas. Busiek introduce un par de personajes que darán mucho que hablar: el primero de ellos, El Perturbado, es algo desconcertante, rompiendo la narración y la cuarta pared constantemente para dirigirse directamente al lector; así como un gigante enviado de otro planeta como embajador pacífico para conocer las costumbres de la Tierra, sin poder evitar cierto deja vu con el Devorador de Mundos, si bien hasta ahora su actitud es mucho más amistosa. Por parte de Anderson, su estilo feísta pasa desapercibido ante su capacidad para dibujar prácticamente todo lo que sale de la mente de Busiek, que no es poco y unirlo junto a todos esos detalles que le dan un toque cotidiano, para que nunca se olvide que muchas historias están protagonizadas por gente de la calle, pese a que en segundo plano asistamos a continuos enfrentamientos entre seres superiores de todo tipo: mágicos, tecnológicos, etc. 

En este tomo tenemos la primera toma de contacto con este superser a través de varios embajadores terrestres; una gran saga en dos partes donde se nos muestra cómo funciona la línea de llamadas del supergrupo por antonomasia de este universo, La Guardia de Honor y como son humanos normales los que filtran las llamadas, analizan la información y envían a los héroes a una misión u a otra, ejerciendo de coordinadores o una historia autoconclusiva muy bien realizada que nos cuenta qué ocurre con esos seres que desarrollan habilidades especiales pero prefieren vivir al margen del estilo de vida superheroico, camuflados en la sociedad como personas normales. Hasta que un nuevo supervillano planea reclutarlos a la fuerza.

Un buen comienzo para esta serie que ha sufrido mucho en su publicación, tanto en Estados Unidos como aquí, siendo ECC la editorial que recoge el testigo tras Planeta y sus grapas; y Norma y sus tomos de lujo. La edición de ECC se queda a medio camino, un tomo en tapa dura pero sin llegar a la vistosidad de la edición de Norma y con la siempre discutible decisión de introducir las portadas todas juntas al final del tomo, en vez de intercaladas en sus respectivos capítulos. Por todo lo demás, nada que reprochar a una serie a la que ya se echaba en falta y que nunca decepciona y que sigue atesorando esa capacidad para reivindicar el viejo sentido de la maravilla que el cómic de superhéroes nunca debió haber perdido. 

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