Emilio
Gutiérrez Caba (Gran Reserva, 23-F)
repite por tercera vez en el papel del notario Arthur Kipps, que perseguido por
una experiencia traumática de su pasado contrata los servicios de un actor para
que le ayude a contar su historia, en un intento desesperado de exorcizar sus
demonios internos.
Esta
obra por la que el actor y en este caso también director siente tanto afecto,
viene adaptada por Stephen Mallatratt para el West End londinense donde lleva
representándose veinticinco años –es la segunda obra que más tiempo lleva tras La ratonera-. Resulta curioso que esta
historia de terror, que ha sido adaptada también a la gran pantalla en dos
ocasiones, la última de ellas el año pasado, con un marcado regusto gótico y
clásico que hace imposible no acordarse de otras historias como Otra vuelta de tuerca, de Henry James,
fue escrita en 1987 por Susan Hill. Esos inicios epistolares recuerdan tanto al
comienzo del viaje de otros personajes de ficción, como el Jonathan Harker del
irlandés Bram Stoker.
Normalmente
me decanto por la comedia, el drama o el musical a la hora de ir al teatro, de
ahí la curiosidad que sentía por la representación de esta obra. En primer
lugar hay que decir que tan solo cuenta con dos actores en escena, Gutiérrez
Caba e Ivan Massagué, al que no veía desde su extraño personaje de Burbuja en El barco. Se trata de una de esas obras donde el escenario es
siempre el mismo y los actores se ven obligados a sacarle mucho partido al
escaso atrezzo, de modo que los efectos de sonido y de iluminación se
convierten en imprescindibles a la hora de crear el ambiente que la historia
demanda. En ese aspecto el espectador no pasará mucho miedo, pero sí que hay
algún que otro momento inquietante y hasta un gran susto o dos a los largo de
las casi dos horas que dura la representación.
Ambos
actores deben representar varios papeles, en especial Gutiérrez Caba, pero se
compenetran bien y llevan a cabo un interesante juego metateatral: Massagué da vida a un actor de teatro que se convierte
en Arthur Kipps para ayudarle con su historia. No faltan los momentos de
comedia, sobre todo con la interacción del perro Spider y en su conjunto
resulta una experiencia entretenida y más que curiosa, siendo como es en su
origen una historia de apariciones y fantasmas, perteneciente al género del
terror gótico.
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