La
primera vez que oí hablar de este cineasta coreano fue en el Festival de Cine
de San Sebastián, cuando presentó Memories
of Murder (2003), un policiaco que cosechó muchos aplausos por parte del
público. Varios años después, sorprendió a todo el mundo con The Host (2006), una película con
monstruo que funcionaba a muchos niveles, pese a tener unas dosis demasiado
elevadas de un sentido del humor algo absurdo que cuesta un poco seguir en
occidente. Tras una nueva incursión en el policiaco que no he visto en 2009,
ahora nos llega con un año de retraso su último trabajo, una coproducción con
Estados Unidos que supone su salto definitivo al mercado internacional, rodada
en inglés y contando con actores de Hollywood, si bien se las ha arreglado para
que su actor fetiche Kang-ho Song (El bueno, el malo y el raro) tenga un papel destacado, pese a no hablar una
palabra de inglés.
La
polémica no ha sido ajena a la película, ya que en el montaje internacional la Weinstein Company insistió en recortar
el metraje unos veinte minutos, algo a lo que el director se negó, lo que ha
propiciado el retraso de su estreno. Es España la hemos podido ver en diversos
festivales y ahora que llega al gran público también se ha preestrenado en
Canal+, en una de esas maniobras cada vez más necesarias para que este tipo de
películas lleguen a la mayor cantidad de público posible. En labores de
producción también se encuentra el nombre de Park Chan-wook, probablemente el
director coreano más famoso e influyente del momento.
La
trama de la película no podía ser más atractiva, en un ambiente muy cuidado y
un entorno post-apocalíptico donde la humanidad ha quedado extinguida por una
nueva glaciación, provocada por el mismo hombre en un intento de acabar con el
calentamiento global. Los únicos supervivientes viven en un inmenso y moderno
tren que recorre el mundo a través de una vía circular que atraviesa todo el
planeta. En los vagones de cola se hacinan una mayoría de supervivientes que
malviven en lo que parece ser un estado policial a bordo del vehículo. Curtis
Everett, uno de los líderes de este grupo, decide guiar a su gente a una vida
mejor, atravesando vagón tras vagón en un intento de llegar a la locomotora, La Máquina, para así hacerse con el
control.
El
director, que también participa en el guión, adapta un cómic francés de los
años ochenta, de ahí ese regusto a ciencia-ficción europea que la historia
posee en todo momento; pero le saca un enorme partido, ofreciendo dos horas de
auténtica diversión con un ritmo trepidante que no decae en ningún momento y
cuyas abundantes escenas de acción no desmerecen en nada a otras más
introspectivas, donde se explican las motivaciones de los principales
personajes. De ese modo, Snowpiercer
se convierte en una constante huida hacia adelante que puede entenderse como
metáfora de la vida de la sociedad actual, como toda buena peli de
ciencia-ficción debería ser. Son varias las capas de lectura que se desprenden
de su visionado, la más evidente esa lucha fratricida de clases: los de abajo
siempre quieren abrirse paso hacia los que viven arriba, en este caso los
vagones delanteros, donde residen los pasajeros con mayor poder económico.
La
película destaca en varios frentes: su diseño de producción y dirección
artística es sobresaliente. El color, la luz y en definitiva el ambiente en el
que van moviéndose los protagonistas –nunca se sale del tren- va cambiando
conforme estos van avanzando y dejando vagones atrás y el director nos ofrece
varias secuencias de acción, con múltiples enfrentamientos, muy logradas. Los
contados efectos especiales funcionan bien y están integrados plenamente en la
historia –sobrecogedores los paisajes gélidos que vislumbramos a través de las
ventanas-. Finalmente, el reparto cumple sobradamente, destacando entre todos
ellos un Chris Evans (Capitán América,
Los Vengadores, Los Perdedores) que ha dejado definitivamente atrás todas las dudas que
sobre sus capacidades actorales podía tener el público. Le acompañan en papeles
secundarios pero imprescindibles veteranos como John Hurt (El topo) y Ed Harris (Appaloosa,
Camino a la libertad, Dolor y dinero); la oscarizada Octavia Spencer, los
jóvenes Jamie Bell (Tintín, Resistencia,
Jane Eyre) y Allison Pill (The Newsroom, Scott Pilgrim contra el mundo) y una inclasificable Tilda Swinton
(Tenemos que hablar de Kevin, El curioso caso de Benjamin Button), a la que resulta muy difícil robarle un minuto de
pantalla.
Una
película muy interesante, sencilla pero cautivadora, que sin renunciar al
entretenimiento más puro plantea una serie de cuestiones cuyas respuestas no
son nada fáciles, sobre todo si nos paramos a pensar en la necesidad o no de
esa lucha interna de clases para la supervivencia del ser humano. Un futuro
distópico que no es nuevo, que ya hemos visto antes, pero que aquí es
presentado de forma novedosa y atractiva.
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