lunes, 12 de mayo de 2014

Snowpiercer (Rompenieves), de Joon-ho Bong



La primera vez que oí hablar de este cineasta coreano fue en el Festival de Cine de San Sebastián, cuando presentó Memories of Murder (2003), un policiaco que cosechó muchos aplausos por parte del público. Varios años después, sorprendió a todo el mundo con The Host (2006), una película con monstruo que funcionaba a muchos niveles, pese a tener unas dosis demasiado elevadas de un sentido del humor algo absurdo que cuesta un poco seguir en occidente. Tras una nueva incursión en el policiaco que no he visto en 2009, ahora nos llega con un año de retraso su último trabajo, una coproducción con Estados Unidos que supone su salto definitivo al mercado internacional, rodada en inglés y contando con actores de Hollywood, si bien se las ha arreglado para que su actor fetiche Kang-ho Song (El bueno, el malo y el raro) tenga un papel destacado, pese a no hablar una palabra de inglés.


La polémica no ha sido ajena a la película, ya que en el montaje internacional la Weinstein Company insistió en recortar el metraje unos veinte minutos, algo a lo que el director se negó, lo que ha propiciado el retraso de su estreno. Es España la hemos podido ver en diversos festivales y ahora que llega al gran público también se ha preestrenado en Canal+, en una de esas maniobras cada vez más necesarias para que este tipo de películas lleguen a la mayor cantidad de público posible. En labores de producción también se encuentra el nombre de Park Chan-wook, probablemente el director coreano más famoso e influyente del momento.

La trama de la película no podía ser más atractiva, en un ambiente muy cuidado y un entorno post-apocalíptico donde la humanidad ha quedado extinguida por una nueva glaciación, provocada por el mismo hombre en un intento de acabar con el calentamiento global. Los únicos supervivientes viven en un inmenso y moderno tren que recorre el mundo a través de una vía circular que atraviesa todo el planeta. En los vagones de cola se hacinan una mayoría de supervivientes que malviven en lo que parece ser un estado policial a bordo del vehículo. Curtis Everett, uno de los líderes de este grupo, decide guiar a su gente a una vida mejor, atravesando vagón tras vagón en un intento de llegar a la locomotora, La Máquina, para así hacerse con el control.


El director, que también participa en el guión, adapta un cómic francés de los años ochenta, de ahí ese regusto a ciencia-ficción europea que la historia posee en todo momento; pero le saca un enorme partido, ofreciendo dos horas de auténtica diversión con un ritmo trepidante que no decae en ningún momento y cuyas abundantes escenas de acción no desmerecen en nada a otras más introspectivas, donde se explican las motivaciones de los principales personajes. De ese modo, Snowpiercer se convierte en una constante huida hacia adelante que puede entenderse como metáfora de la vida de la sociedad actual, como toda buena peli de ciencia-ficción debería ser. Son varias las capas de lectura que se desprenden de su visionado, la más evidente esa lucha fratricida de clases: los de abajo siempre quieren abrirse paso hacia los que viven arriba, en este caso los vagones delanteros, donde residen los pasajeros con mayor poder económico.


La película destaca en varios frentes: su diseño de producción y dirección artística es sobresaliente. El color, la luz y en definitiva el ambiente en el que van moviéndose los protagonistas –nunca se sale del tren- va cambiando conforme estos van avanzando y dejando vagones atrás y el director nos ofrece varias secuencias de acción, con múltiples enfrentamientos, muy logradas. Los contados efectos especiales funcionan bien y están integrados plenamente en la historia –sobrecogedores los paisajes gélidos que vislumbramos a través de las ventanas-. Finalmente, el reparto cumple sobradamente, destacando entre todos ellos un Chris Evans (Capitán América, Los Vengadores, Los Perdedores) que ha dejado definitivamente atrás todas las dudas que sobre sus capacidades actorales podía tener el público. Le acompañan en papeles secundarios pero imprescindibles veteranos como John Hurt (El topo) y Ed Harris (Appaloosa, Camino a la libertad, Dolor y dinero); la oscarizada Octavia Spencer, los jóvenes Jamie Bell (Tintín, Resistencia, Jane Eyre) y Allison Pill (The Newsroom, Scott Pilgrim contra el mundo) y una inclasificable Tilda Swinton (Tenemos que hablar de Kevin, El curioso caso de Benjamin Button), a la que resulta muy difícil robarle un minuto de pantalla.

Una película muy interesante, sencilla pero cautivadora, que sin renunciar al entretenimiento más puro plantea una serie de cuestiones cuyas respuestas no son nada fáciles, sobre todo si nos paramos a pensar en la necesidad o no de esa lucha interna de clases para la supervivencia del ser humano. Un futuro distópico que no es nuevo, que ya hemos visto antes, pero que aquí es presentado de forma novedosa y atractiva. 

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