jueves, 8 de mayo de 2014

Las inquietudes de Shanti Andía, de Pío Baroja



El autor solía agrupar sus novelas de manera informal según un tema central que compartiesen, por ejemplo el mar, donde encuadró hasta cuatro títulos escritos a lo largo de tres décadas. El primero de todos ellos, Las inquietudes de Shanti Andía, se publicó en 1911, once años después de su debut literario y apenas dos tras la salida de Zalacaín el aventurero (1909), una de mis historias favoritas de Baroja y con la que comparte ciertos rasgos, como las descripciones realistas de los entornos naturales en los que se mueven los protagonistas, en especial las tierras vascas que tan bien conocía.

Si quisiéramos considerar esta novela como de aventuras no andaríamos desencaminados, pero con matices. El protagonista y narrador, Shanti Andía, es un marinero vasco, nacido en Lúzaro, en Vizcaya, que comparte sus memorias con nosotros de manera precisa y ordenada, desde su infancia en su tierra natal, con una enorme influencia de la familia y las tradiciones, salpicada con alguna que otra primera aventura marítima; su paso por la Escuela Naval de Cádiz y sus primeros encargos en diferentes navíos y su vuelta a Lúzaro, donde encontrará el amor y desentrañará una serie de secretos familiares que le han perseguido toda su vida.

Aunque hay varios lances marineros muy emocionantes, la novela no es comparable a ese tipo de literatura marítima que realizaban autores como Patrick O´Brian o Alejandro Paterman (La cacería), donde la mayoría de la acción transcurre a bordo de un buque y por ejemplo el dominio de los términos náuticos se hace imprescindible para sacarle todo el jugo a la historia. Baroja opta por un lenguaje más sencillo y directo y aunque domina la técnica no abusa de ella, en parte por el particular carácter de su protagonista, un melancólico personaje que pese a ser marino se pasa la mayoría de las páginas en tierra. De hecho, se traza un curioso paralelismo entre un pariente suyo, Juan de Aguirre y él mismo ya que su apacible existencia no tiene nada que ver con la aventurera vida que ha llevado el marinero, la cual está repleta de misterios. A lo largo de su vida, Shanti irá descubriendo a través de diferentes medios –cartas, rumores, relatos en primera persona de testigos directos- las hazañas llevadas a cabo por su pariente, no todas ellas dignas de elogio.

Tampoco quiero dar a entender que el carácter reflexivo de la novela la perjudique en lo más mínimo: en sus páginas encontraremos lances amorosos, viajes a lo largo y ancho del globo, piratería y contrabando, pontones que hacen las veces de presidio y alguna otra cosilla más que la convierten en una muy interesante novela de aventuras, con un punto extra gracias a ese realismo –la parte que transcurre en el País Vasco es muy costumbrista- y el lenguaje sencillo y directo del que hace gala Baroja en todo momento.

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