Una año más, la cadena The CW renueva una de sus series
bandera, lo que la situará muy cerca de batir el récord de Smallville. Supernatural
hace tiempo que saltó su particular tiburón, pero sigue atesorando un público
fiel que le permite mantenerse en antena con cierta comodidad, pese a ser una
serie que se fagocita a sí misma y que a estas alturas resulta muy opaca para
un público nuevo. Quizás por eso la cadena haya apostado por un spin-off, dedicándole uno de los
capítulos finales de la temporada, un paréntesis en la lucha diaria de los
hermanos Winchester que tiene lugar en Chicago, una ciudad donde hasta cinco
bandas de monstruos se disputan el territorio y donde nace un nuevo cazador
–además de una historia a lo Romeo y Julieta que hace que las expectativas no
es que sean muy altas-.
Las tramas principales de esta
novena temporada han girado en torno a las guerras civiles que se libran en el
infierno y en el cielo, que provocan no pocas bajas en todos los bandos,
incluidos los humanos. Los Winchester deberán aliarse de forma intermitente con
Castiel y con Crowley y enfrentarse a un Metatrón con complejo de dios y al
último de los Caballeros del Infierno, Abaddon, aspirante al trono. Los
primeros capítulos nos mostrarán a un Sam poseído, por mediación del propio
Dean, por un ángel que se ha convertido en su única oportunidad de salvación,
así como la nueva condición mortal de Castiel. Una vez recuperado el statu quo, cobra importancia Dean y la
marca de Caín, arma clave para una guerra tan cruenta.
Supernatural sigue apoyándose en sus principales señas de
identidad: referencias constantes a la cultura popular y a la propia
idiosincrasia de la serie; repetición de nuevo de los roces entre los
protagonistas, que continúan poniendo a prueba el amor que sienten el uno hacia
el otro, con más engaños y jugarretas; mucho humor y diversión, aderezada con
aventura y acción; ese aire culebronesco marca de la casa donde todo el mundo
es joven y guapo y sale siempre de lo más arreglado y el uso de la enorme
caterva de secundarios que ha ido formando a lo largo de estos ocho años en
antena: el joven profeta Kevin; la hacker y reina de lo friki Charlie Bradbury;
la sheriff Jody Mills; Garth, el peculiar cazador amigo de los hermanos y a los
que hay que añadir al actor canadiense
Tahmoh Penikett, al que conocen de sobra los aficionados a Battlestar Galactica y Dollhouse,
toma un papel secundario como el nuevo ángel que ayuda a Sam contra su voluntad
y que acaba en las filas del enemigo.
Aunque esta temporada vuelve a
bajar un poco más el listón, hay que reconocer que entre los veintitrés
episodios emitidos siempre hay más de uno que merece la pena señalar, el
primero en emitirse aquel donde se demuestra que las historias de El mago de Oz son mucho más reales de lo
que viene en la serie de libros; la muerte de uno de los secundarios
habituales; la búsqueda de la Primera Espada y su único portador, Caín; el caso
donde Dean se ve obligado a comunicarse con un perro o el mejor de todos, aquel
donde Metatron y la metaliteratura le juegan una mala pasada a Castiel.
El final de temporada tiene un
giro de tuerca característico que salva un poco el conjunto. Por un momento
creí que iban a jugar de nuevo una carta
que ya hemos visto en varias ocasiones, que no es sino la aparente muerte de
uno de los Winchester. Hasta ahora, tanto Dean como Sam han muerto y resucitado;
han sido exiliados al Purgatorio o despojados de su alma y cuando parecía que
iba a ser más de lo mismo, la Marca de Caín tiene algo más que decir sobre el
futuro inmediato del pobre Dean. Un nuevo punto de partida para una serie que
nunca abandona del todo la fórmula que la ha hecho funcionar todos estos años,
de ahí que siempre nos preguntemos si esta será la solución definitiva que
rompa un poco la monotonía en la que ha caído Supernatural.
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