En su última tanda de
episodios, Orphan Black ha apostado
por el cierre de las numerosas tramas que tenía abiertas y por dejar los cabos
bien atados antes de la despedida definitiva. Y lo que es más loable, sin
traicionar su propia esencia. 
Ya desde sus mismos inicios
han sido dos los pilares fundamentales por los que Orphan Black se convirtió en todo un sleeper, pese a lo humilde de su producción: por un lado, la
extraordinaria caracterización de sus protagonistas, apoyada en todo momento en
una Tatiana Maslany que con cada nuevo episodio se sentía más y más cómoda
echándose a la espalda más y más personajes –y contando con la ayuda de
guionistas y ayudantes de vestuario y maquillaje, imprescindibles para
diferenciar a todas las hermanas las unas de las otras-; y por otro, el giro
constante en las tramas, la sorpresa continua y la apuesta por el cliffhanger que ha mantenido a los
aficionados pendientes de las aventuras de las sestras durante cinco temporadas.
Y es cierto que se ha
conseguido explicar todo y mantener el interés, aunque haya sido a costa de
ciertos personajes que han perdido mucho de su tiempo en pantalla –el sentido
del humor que traían consigo Allison y Donnie ha disminuido mucho en esta
temporada-. Y eso es porque los guionistas han necesitado minutos para situar
todas las piezas en el tablero antes de volver a ponerlas en movimiento. Y es
de agradecer que las hayan llevado de un sitio para otro, que hayan sacrificado
algunas de ellas y que las que han quedado al final en pie no lo hayan hecho
intactas. La tensión y el drama se han mantenido hasta el final e incluso se
han tomado el lujo de dedicar un poco de tiempo a un epílogo que sirva como
cierre definitivo –aunque nada impediría retomar la serie en un futuro, no creo
que la actriz canadiense esté dispuesta a continuar con el mismo papel, aunque
en esencia sean cinco diferentes-. 
En contra hay que reconocer
que tras tantos misterios y corporaciones todopoderosas el hombre tras la cortina puede decepcionar un poco, pero quizás haya
sido necesario para ligar todas las subtramas. De igual modo, hay más de un atajo
para ir quitándose problemas de en medio y que el ritmo no decaiga en ningún
momento. Pero al final lo importante es que el viaje ha valido la pena y que por
desgracia vamos a echar mucho de menos a una serie que empezó como si nada y
que ha ido creciendo temporada tras temporada. Al menos nos quedará esa última
iteración entre las cuatro hermanas, uno de los alicientes de la serie –en este
aspecto, el capítulo centrado en Félix y su performance/exposición es uno de
los mejores no solo de la temporada, sino de toda la serie-. 
Habrá que estar pendiente de
los nuevos proyectos de los creadores de Orphan
Black, que se han movido muy bien en la fina línea que separa la
ciencia-ficción de la vida real y por supuesto de su actriz protagonista, a la
que seguro no le faltarán papeles, por muy diferentes que estos sean los unos
de los otros. 
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