Sin duda la serie menos
interesante del universo Marvel/Netflix
y la que más problemas tiene para funcionar como entidad propia, ya que es muy
difícil juzgarla sin tener en cuenta a sus predecesoras, de las que hereda no
pocas ideas.
Danny Rand vuelve a Manhattan
tras permanecer 15 años desaparecido. Todos le daban por muerto, pero en
realidad sobrevivió al accidente de avión en la cordillera del Himalaya donde
murieron sus padres, para ser criado por unos monjes guerreros que habitan una
ciudad de leyenda. Aunque no están claras las razones tras su vuelta, el joven
busca retomar su apellido y la herencia millonaria que le corresponde.
La serie comienza de una
manera un tanto confusa, perdida con una serie de tramas que tienen a la
identidad del protagonista en su centro, batallando con los que se suponen eran
sus amigos de juventud y que ahora se han convertido en unos directivos sin
escrúpulos que han llevado a Industrias
Rand a lo más alto del competitivo mundo farmacéutico. Aunque pronto esto
pasa a un segundo plano con la aparición de La
Mano, el clan ninja de origen japonés –aunque en la serie se hace un viaje
a China- que conocimos como enemigos de Daredevil en su segunda temporada y que resulta son los peores enemigos del Puño de
Hierro.
Pero hay algo que no cuadra en
el desarrollo de Iron Fist. Danny
Rand no practica las artes marciales como alguien que se ha entrenado hasta la
extenuación durante los últimos quince años de su vida y los enemigos a los que
se enfrenta tampoco están a la altura de los sanguinarios ninjas que vimos en Daredevil. Hay muy pocas secuencias de
acción que llamen la atención y resulta absurdo que Claire Temple, la enfermera
a la que interpreta Rosario Dawson que con su idealismo sirve de punto de
conexión entre todas las series Netflix,
no le ponga en contacto con Matt Murdock al segundo de oír mencionar al clan de
asesinos.
El Puño de Hierro original, el
de los cómics, nació como respuesta de Marvel
a una corriente que en los años setenta potenció la cultura oriental y las
artes marciales en los Estados Unidos, sobre todo en el cine. Sin embargo hay
muy poco de esto en la serie, salvo alguna cita zen del protagonista. La Ciudad
mítica en la que se entrena Danny cuando es un chiquillo brilla por su ausencia
y de su verdadero origen apenas nos enteramos por unos pocos diálogos –en Luke Cage por ejemplo no temieron
dedicarle varios episodios a explicar tanto el pasado carcelario del personaje
como su origen superheroico-. Y es que
parece que la producción ha tenido una alarmante escasez de medios: hay un
momento en el que hay un viaje a China y solo vemos un almacén destartalado
–donde por cierto tiene lugar una de las mejores peleas de toda la serie, la
que enfrenta a Danny con el que practica el kung-fu del mono borracho-. Y no
acabo de entender el hecho de que Danny Rand solo use su puño, una de las armas
más poderosas que existen, para abrir puertas o derribar muros.
Finn Jones, el actor elegido
para ser Danny Rand y que conocimos en Juego de Tronos al interpretar al malogrado Loras Tyrell, carece del carisma
necesario que hemos podido encontrar por ejemplo en la Jessica Jones de Krysten Rytter, un personaje más complejo y mucho
mejor escrito –existe un punto de conexión entre estas dos series en la figura
de la abogada Jeryn Hogarth, a la que interpreta Carrie-Anne Moss-.
También hay que reconocer que,
igual que le ocurría a Luke Cage, 13
episodios parece demasiado metraje para contar tan poco. Netflix persigue un modelo donde al poner todos los capítulos de
una tacada para su consumo no necesita fidelizar al espectador con todos y cada
uno de ellos, confiando en que la disponibilidad haga el resto. Esto provoca
que muchos capítulos sean bastante insulsos y que muchas tramas se noten
alargadas. Pero a diferencia de la serie protagonizada por Mike Colter, Iron Fist no tiene en su producción
técnica nada que destaque como la ambientación particular de Harlem y su
cultura afroamericana; ni tampoco algún villano carismático. Por no mencionar a
los secundarios de Daredevil, que
ayudaban y mucho al desarrollo de las subtramas. En Iron Fist solo se puede destacar al actor australiano David Wenham,
Faramir en El Señor de los Anillos y
tan solo por su particular relación con La
Mano. Mientras que entre el elenco de secundarios solo vale la pena la
actriz Jessica Henwick –también tiene un papel en Juego de Tronos, el de Nymeria Sand- dando vida a Colleen Wing.
De cara a la crítica, Iron Fist ha sido la peor valorada de
todas las series que han salido de la colaboración entre Marvel y Netflix. Lo
mejor que se puede decir de ella es que a veces es entretenida, aunque sin el
respaldo de todo el universo de ficción al que pertenece estaría completamente
indefensa. Mejora en su tercio final, sin duda, una vez comienzan a revelarse
los misterios en torno a la naturaleza dual de La Mano, pero la sensación de que todo ha sido un mero trámite para
llegar cuanto antes a Los Defensores
es muy fuerte. A fin de cuenta, es la serie del verano en Netflix antes de que se estrene la segunda temporada de Strangers Things y donde se reunirán los
cuatro héroes que ya hemos visto en la pequeña pantalla.
Aunque también hay que señalar
que la audiencia de Iron Fist ha sido
muy buena para la cadena y por ello ha sido renovada para una segunda
temporada. Una segunda fase donde de
momento solo parece que vamos a encontrarnos con un nuevo personaje: el
Punisher que vimos en la primera parte de la segunda temporada de Daredevil.






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