El exitoso mandato de Joe
Quesada como Editor en Jefe de Marvel
Comics se cimentó, precisamente, en un paso atrás en el control de la
editorial sobre sus creadores. Elementos como la continuidad pasaron a un
segundo plano frente a una inusitada libertad creativa de la que disfrutaron la
mayoría de artistas y que se tradujo en un gran éxito de ventas, propiciado por
otro pilar indiscutible en los comienzos de Quesada: atraer savia nueva en
forma de profesionales de otros medios que tenían mucho que aportar al manido
género del cómic de superhéroes.
Guionistas que solo habían
trabajado en el circuito independiente, novelistas profesionales, especialistas
en televisión o incluso asiduos de Hollywood desfilaron en mayor o menor medida
por las oficinas de Marvel aportando
su granito de arena. Y entre todos ellos destaca por méritos propios Stephen
King, uno de los novelistas más exitosos de toda la historia de la literatura y
considerado de manera indiscutible el rey
del terror. Prueba de su popularidad es la enorme cantidad de sus historias
que han sido adaptadas a otros medios, donde hay que destacar el cine y la
televisión –aunque no siempre con los resultados deseados, es verdad que cuando
sale bien una adaptación de King la película se convierte en un clásico
instantáneo-.
Quesada convenció a King para
que le dejase producir una serie de historias basadas en su saga más personal y
a la que más páginas había dedicado en su larga carrera literaria: La Torre Oscura. Pero a King le
resultaba imposible encargarse personalmente de los guiones, así que se limitó
a un papel de consultor y relaciones públicas que desempeñó con bastante tino,
sobre todo por la elección de Robin Furth como principal responsable de la
serie.
Furth fue asistente personal
de King durante varios años y es sin duda la persona que más sabe del
Mundo-Medio, incluido su propio creador. De esa manera, el tono de la historia
y sus conexiones con las novelas estaban más que aseguradas, ya que nadie
estaba interesado en una adaptación fiel de las mismas –finalmente y dada la
aceptación del proyecto, con el paso de los años se llegó a ello pero en 2007
lo que la gente quería era profundizar en la historia y a eso se dedicaron en Marvel-.
Quesada puso al frente del
proyecto a un veterano guionista de la casa, Peter David y a un equipo gráfico
liderado por Jae Lee y secundado por Richard Isanove, un colorista de marcada
personalidad que, junto a los particulares lápices de Lee le dieron un acabado
diferente a la serie, justo lo que necesitaba para convertirse en un producto
muy potente visualmente, con un tono oscuro y tétrico, repleto de sombras y
manchas de negro.
Lo que se nos cuenta en El nacimiento del pistolero puede muy
bien ser el mejor inicio posible para alguien que no tenga ni idea de quién es
Roland Deschain ni de su interminable búsqueda de la Torre Oscura. Marvel eligió publicar estas historias
como una sucesión de miniseries, la primera de las cuales contó con siete
entregas. En ella se toma como punto de partida una serie de flashbacks que tienen lugar en las
novelas originales, concretamente en la primera El pistolero y en la cuarta, Mago y cristal, pero contado todo de manera lineal y cronológica y deslizando
aquí y allí pequeñas pistas sobre algunos personajes misteriosos que en la saga
literaria tardaron mucho en revelar su naturaleza.
De esa forma, la historia que
se nos cuenta tiene una ambientación a medio camino entre la fantasía medieval
y el western norteamericano, con una serie de elementos modernos y ajenos a
cualquiera de los dos géneros mencionados. Su protagonista es un joven Roland
de apenas 14 años que es engañado por Marten Broadcloak para que desafíe a su
mentor y así ganar antes de tiempo los revólveres que lo convertirán en un
pistolero, una mítica estirpe de justicieros y vigilantes. El sorprendente
éxito de Roland provocará su exilio en la vecina Hambry, acompañado de sus dos
mejores amigos, Alain y Cuthbert. Allí no solo encontrará un inesperado amor de
final trágico, sino una conspiración en contra de la Afiliación liderada por
John Farson y una serie de bandidos y asesinos.
Por si todo eso no fuera
suficiente, también se deja ver la bruja Rhea, una de las Bolas de Cristal y
hasta una breve aparición del Rey Carmesí.
Lo más discutible del proyecto
en sí quizás sea el arte de Jae Lee, un dibujante que sufre con su narrativa,
sobre todo en un ambiente más dinámico y superheroico –como con su historia de Los 4 fantásticos junto a Grant
Morrison-. Sin embargo aquí y gracias a Isanove, puede demostrar su talento
para la ambientación y para las ilustraciones, aunque sigue siendo muy estático.
La Torre Oscura es uno de sus grandes
proyectos, ya que siguió ligada a ella en varias de las miniseries siguientes.
Otro tema es la publicación.
Creo recordar que la primera vez que llegó a España lo hizo en formato grapa,
publicada por Panini, que acabó cediendo
los derechos a Random House, que la editó en su colección DeBolsillo. Hace poco fue reeditada en
un volumen de mayor tamaño que recopilaba varias miniseries. No conozco esta
última edición, pero la de los tomos pequeños era fácilmente mejorable, si bien
es cierto que la reducción de tamaño no afectaba especialmente al dibujo de
Lee, poco aficionado a meter muchas viñetas por página.
En definitiva, justo cuando se
estrena la vilipendiada adaptación a la gran pantalla y mientras sigue en la balanza
su paso a televisión, la colaboración entre Marvel
y Stephen King es un punto de partida inmejorable para adentrarse en la
historia.





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