El 2 de agosto de 1990 los ejércitos de la Irak de Saddam Hussein invadieron Kuwait, iniciando la II Guerra del Golfo, que propiciaría una coalición de más de cuarenta naciones liderados por Estados Unidos y Reino Unido que acudieron al rescate del pequeño país limítrofe con el Golfo Pérsico y con Arabia Saudita, donde tuvo lugar la mayor concentración de efectivos militares desde la II Guerra Mundial.
En su momento fue la contienda más retransmitida por televisión, a la que siguieron los conflictos de la antigua Yugoslavia en los años siguientes, también con una enorme presencia de los periodistas sobre el terreno.
En aquella época, el escritor británico Frederick Forsyth ya era un novelista consagrado con miles de ejemplares vendidos a sus espaldas. Había conocido el éxito prácticamente desde su primera novela, El día del Chacal (1971), y el cine se había encargado de llevar sus historias a un público todavía más amplio.
El puño de Dios, publicada en 1994, es una buena muestra de su estilo y saber literario, muy influenciado por sus años previos como periodista de investigación, ya que una de las características más importantes de sus historias es la veracidad de estas, fruto de un enorme trabajo de investigación previo a su redacción. A esto Forsyth suma un buen uso de las claves del thriller, dando lugar a tramas repletas de emoción, acción y suspense, pero envueltas todas ellas en un halo de realidad. Es decir, sus historias son tan entretenidas como creíbles.
En la novela que nos ocupa el efecto es mayor, ya que se encuentra repleta de nombres y hechos reales históricos que además resultarán de lo más familiares para un buen puñado de lectores que en esos años asistieron atónitos a la primera guerra televisada, prácticamente en directo, de la historia de la humanidad. Lo más interesante del autor de Odessa no es ya la intriga que consigue, o esa mezcla tan curiosa entre ficción y realidad que a veces parece que uno está leyendo una crónica periodística en vez de una novela, sino cómo juega a retorcer los hechos reales para ofrecer posibles y probables hechos a través de la ficción que expliquen por qué las cosas ocurrieron así y no de otra forma.
Por ejemplo, la campaña de la Coalición liderada por los americanos se dividió en dos partes bien diferenciadas: una primera de acumulación de recursos y tropas en la frontera de Arabia Saudita llamada Escudo del Desierto y pensada en un principio para disuadir al ejército iraquí de una posible incursión más allá de Kuwait, en una zona en la que abundan los pozos petrolíferos. La segunda es la conocida como Tormenta del Desierto, en la que la Coalición pasó al ataque y a la eliminación sistemática de objetivos militares gracias a la aviación en territorio iraquí, así como una incursión terrestre en Kuwait para liberarla de las fuerzas invasoras.
Forsyth presenta interesantes preguntas en torno a la verdadera razón por la que Saddam Hussein se atrevió a invadir a su vecino, al que consideraba históricamente como una provincia de su propio país. Sobre todo, teniendo en cuenta la previsible reacción de la comunidad internacional. O sobre el tiempo que se tomó la Coalición en pasar de una primera fase de defensa a una segunda centrada en el ataque y la destrucción y, dentro de esta última, a la invasión terrestre, ya que fueron los cazas y bombarderos los que llevaron la voz cantante a lo largo de toda la contienda.
Es aquí cuando entran en liza los principales Servicios Secretos de los Estados Unidos, del Reino Unido y de Israel. El final de la Guerra Fría provocó una relajación tanto de la CIA como del SIS, que fallaron a la hora de seguir las advertencias del MOSSAD sobre la cada vez mayor militarización y especialización en el rearme del régimen de Saddam Hussein. Ahora existen grandes posibilidades de que el ejército de Saddam posea un arma secreta capaz de alterar el previsible resultado de la contienda, por lo que es cuestión de vida o muerte confirmar la veracidad o no de unos rumores que amenazan de primera mano a las fuerzas de la Coalición.
La novela narra, más allá de las maniobras militares y políticas en torno a la invasión y la posterior movilización de las fuerzas de la Coalición, una misión ultrasecreta liderada por el SIS y apoyada por la CIA y el MOSSAD para introducir un agente en territorio hostil con la misión de desestabilizar las fuerzas invasoras desde dentro, dando los primeros pasos de una resistencia armada, y al tiempo hacer las averiguaciones pertinentes sobre la existencia o no de dicha arma. El elegido es un agente del SAS, las Fuerzas Especiales del ejército británico, nacido en Bagdad y cuya apariencia y dominio de la lengua árabe le hace ser el candidato ideal para dicha misión. Al mismo tiempo, su hermano menor, un experto académico en estudios árabes e islámicos, jugará un papel fundamental en los despachos del SIS, dado su conocimiento único de la cultura e historia del dictador iraquí.
El puño de Dios es una novela que en su edición de la extinta Círculo
de Lectores se va a más de 636 páginas -y es que, a veces, su autor se deja
llevar por su vena periodística en demasía, siendo detallista y puntilloso
hasta la extenuación-. Sin embargo, no es algo que penalice al desarrollo
natural de la trama, que tiene los suficientes requiebros para captar la
atención del lector en todo momento, por lo que acaba siendo una historia de lo
más alternativa. Curioso me ha parecido también la reivindicación de Forsyth de
un trabajo de campo llevado a cabo por los Servicios Secretos en detrimento del
uso cada vez mayor de la tecnología, que permite un seguimiento vía imágenes o
sonido prácticamente en vivo y en directo y cuya capacidad de recoger
información se ha multiplicado hasta límites insospechados. Una apuesta por el
buen hacer de los antiguos agentes secretos, aquellos espías que se veían
obligados a pisar el terreno y fiarse de su instinto y entrenamiento para
conseguir lo realmente necesario para decantar la balanza de la guerra a su
favor -también hay una evidente crítica a la voracidad económica de varias
potencias occidentales que permite la venta de diversos materiales y
dispositivos a regímenes de dudosa calidad democrática que acaban poniendo en
peligro las vidas de sus semejantes, así como de los profesionales enviados a
ponerle fin y cuyo resultado final resulta mucho más costoso para todos-.
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