domingo, 13 de abril de 2025

Kenzie & Gennaro VI: la última causa perdida, de Dennis Lehane

 

El punto de vista de Patrick Kenzie, investigador privado especializado en la búsqueda de personas desaparecidas, y su constante deambular por el barrio de Dorchester, en Boston, fueron las cartas de presentación de Lehane ante el gran público cuando publicó su primer libro en 1994, Un trago antes de la guerra

Desde entonces Lehane se ha convertido en un novelista de éxito que además ha hecho sus pinitos tanto en el drama televisivo como en Hollywood, que ha adaptado cuatro de sus historias en grandes superproducciones repletas de nombres importantes de la industria. Y todo comenzó con una pareja de investigadores a los que dedicó sus primeros cinco trabajos. Fue entonces, tras la publicación de Plegarias en la noche (1999), cuando decidió explorar otras historias, aunque siempre muy ligado a su tierra natal, Boston, de la que se ha convertido en uno de sus embajadores más internacionales. 

En los siguientes años se centró en historias individuales, novelas de una mayor extensión ideales para su adaptación como Mystic River (2001) o Shutter Island (2003). Y también inició una nueva serie literaria con Cualquier otro día (2008), donde exploraba la historia de Boston a través de una familia de policías. 

Fue en 2010, y no sin cierta sorpresa, cuando decidió volver una última vez a sus primeras creaciones con Moonlight Mile -título original de la novela-. 

El tiempo no ha pasado en balde, ni para Lehane, ni para la pareja que forman Kenzie y Gennaro, de nuevo envueltos en una relación romántica tras todos los tiras y aflojas de su vida, aunque mucho más seria de lo que habían tenido hasta ahora ya que se han casado y han tenido una hija. De hecho, Gennaro lleva tiempo alejada de la profesión y Kenzie se está trabajando su entrada en una importante empresa de detectives privados, lo que le daría acceso a un sueldo estable o a un seguro médico, todo lo que un padre de familia puede desear. 

Al menos, hasta que una figura de su pasado reaparece en escena en busca de ayuda, lo que le pondrá de nuevo ante un dilema que no le es desconocido: dejarlo pasar y seguir con su vida o meterse de nuevo en un lío de resolución incierta, por mucho que crea que es lo correcto. 

Desapareció una noche (1998) -lo de la traducción de los títulos de esta saga es otra historia aparte- está considerada como una de las mejores, sino la mejor, novela de toda la serie de Kenzie y Gennaro. En ella se nos narraba la búsqueda de una niña pequeña desaparecida, Amanda McCready, y las terribles consecuencias para su vida personal que la pareja de investigadores se veía obligados a sobrellevar para encontrarla y devolverla a su familia. Ahora, doce años después, Amanda tiene 16 años y ha vuelto a desaparecer, por lo que se presenta una oportunidad para enmendar los errores del pasado. Pero todo viene con un precio y el matrimonio Kenzie tiene ahora mucho más que perder. 

Tengo que reconocer que echo de menos al intrépido Patrick Kenzie, a su -la mayoría del tiempo- inseparable Gennaro y al sentido del humor con el que Lehane ha construido esta saga de novelas que no deja de lado lo cruento de la vida criminal. También son historias muy bien construidas, con un punto exagerado que lo lleva a juguetear con el thriller, pero que no sobrepasa la frontera de lo creíble en demasiadas ocasiones -a estas alturas los protagonistas han sobrevivido a una guerra de bandas o a un asesino en serie; se han enfrentado con la policía, con la prensa o con una gran corporación y han escapado por los pelos de tiroteos, intentos de asesinato, secuestros, persecuciones en coche, etc.-.

 Su narración en primera persona, sus constantes referencias a la cultura popular o su ironía a la hora de enfrentarse a situaciones a vida o muerte lo han convertido en uno de los detectives privados más reconocibles del policiaco moderno. Con esta última novela Lehane parece despedirse de dos de sus creaciones más famosas, haciéndoles evolucionar hasta una situación que no habíamos leído hasta ahora -también aprovecha para decirle un último adiós a secundarios carismáticos como el bueno de Bubba, del que descubrimos una nueva faceta aparte de la psicopatía: la de cariñoso tío adoptivo-.

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