Game of Thrones es la serie del momento.
Aquella de la que todo el mundo habla, para bien o para mal, aunque las
críticas son en su inmensa mayoría muy positivas, tanto las profesionales como
las que provienen del fandom que la
serie ha ido generando a su alrededor. En su momento lo fue Perdidos y ahora lo es Juego de tronos, la abanderada de la HBO, que sigue dominando con mano de
hierro la parrilla norteamericana. Incluso ha sido muy comentada por el tono
feminista que cada vez ha ido tomando la serie, aunque yo no acabo de verlo del
todo.
Benioff
y Weiss, sus creadores y principales guionistas, son plenamente conscientes de
ello. Aunque es posible que la cadena presione para que las tramas se alarguen
un poco más, al menos hasta que otra producción apunte maneras para convertirse
en su sustituta, el plan original de rodar entre 70 y 75 capítulos sigue más
que vigente. De hecho, con el estreno de The
Winds of Winter, el último episodio de esta sexta temporada, no solo se
homenajeaba al siguiente volumen de la saga literaria que Martin lleva
escribiendo desde hace años, ya que ese es su título anunciado hasta la fecha,
sino que se alcanzaban los sesenta capítulos emitidos. Eso situaba, según los
guionistas, el final de la serie muy, muy cerca. La HBO por supuesto se apresuró a anunciar la renovación para una
séptima temporada nada más estrenarse la sexta y aunque todavía no hay ninguna
versión oficial, según sus creadores serían trece los episodios restantes para
dar por finiquitada esta enorme aventura que durante este último año ha
alcanzado su mejor nivel, liberada por fin de las tramas de Martin, por lo que
ha podido avanzar a su propio ritmo y con un objetivo muy claro.
Canción de hielo y fuego es una
monumental epopeya literaria que ha conquistado a millones de lectores en todo
el mundo y que ha visto publicada cinco volúmenes de un total de siete. Es
decir, cuyo desenlace todavía es desconocido. Aunque tengo claro que Benioff y
Weiss conocen el final que Martin tiene pensado para su obra, ya no se sienten
atados por ninguno de los libros publicados y eso se nota en la velocidad que
se ha impuesto en buena parte de las tramas.
A lo
largo de estos diez episodios, las tramas van a centrarse en reagrupar a los
principales protagonistas alrededor de varios puntos geográficos de sobra
conocidos hasta ahora: primero tenemos King´s
Landing, donde Cersei Lannister juega un papel fundamental, ya que han sido
sus maquinaciones en el pasado la que han llevado a la capital del reino a
sucumbir bajo el poder del Gorrión Supremo, un líder religioso que no solo se
ha hecho muy querido entre la población, sino que ha logrado atraerse a su
causa al mismísimo rey. Winterfell se
convierte en el otro gran foco de la acción, donde van a confluir los destinos
de Jon Snow, Melisandre, Davos Seaworth y Sansa Stark –y la mayor parte de banners del Norte del continente, además
de los salvajes de más allá del Muro-. Mientras que allende los mares, Daenerys
y Tyrion conforman una alianza cuyo último destino no es sino la marcha
triunfal hacia el oeste, con el único propósito de retomar el control de los
Siete Reinos.
Pero
al mismo tiempo hay una enorme voluntad por hacer avanzar a otros personajes
que han estado protagonizando sus propias tramas con cierta independencia, como
por ejemplo el entrenamiento al que se somete Arya en Braavos o el viaje de
Bran tras el Muro en busca del Cuervo de Tres Ojos –al que presta su imponente
rostro Max Von Sydow-. Son muchos los misterios que aquí van a quedar
despejados, gracias a las visiones del joven Stark, que profundizan en el
pasado de su familia. O el viaje hacia el Sur de Sam y sus queridas niñas, otro
buen ejemplo de esto.
Aún
así, a veces es difícil no fijarse en cierto apresuramiento. A estas alturas,
los espectadores tienen bastante claro que un personaje abandona la serie con
los pies por delante y si es de una forma más que cruel, pues casi mejor. El
caso es que son muchos los que hacen acto de presencia prácticamente para
morir. Curioso me ha parecido el caso de la actriz con ascendencia española
Natalia Tena.
Hay
que reconocer que el equilibrio está muy conseguido. A lo largo de estos diez
episodios tenemos varias muertes de lo más sentidas, una de ellas de un
personaje que lleva en la serie desde su primer episodio, en un capítulo que
perdurará en el tiempo gracias a una anécdota en el mundo real, ya que acabó
convertido en una pesadilla para los traductores que adaptan del inglés los diálogos
de la serie. Los dragones de Daenerys nos reservan varios momentos de gran
emoción –aunque mi favorito es cuando comparten plano con Tyrion, que ve por
fin cumplido un sueño de juventud cuando nadie hubiera creído jamás que lo
conseguiría- e incluso se recupera a un personaje al que se creía muerto, de la
mano de Ian McShane, un clásico de la cadena tras su papel en Deadwood.
Aunque
el punto álgido de la serie se encuentra de nuevo en su penúltimo episodio,
todo un despliegue de efectos especiales apabullante, primero en Meereen y
luego en la batalla de los bastardos. El diseño de producción nunca ha sido
puesto en entredicho y la ambientación que las ciudades europeas donde se
ruedan los episodios dan a la serie le sienta como anillo al dedo a la
historia. De hecho, España ha participado de manera muy activa en este aspecto,
ofreciendo localizaciones en Almería, Guadalajara –el castillo de Zafra-,
Gerona o Peñíscola. Pero el alarde técnico mostrado en este noveno episodio ha
sido espectacular, con un acabado que supera con creces a muchas producciones
cinematográficas. No en vano, los rumores apuntan a uno de los episodios más
caros de la historia de la televisión.
Buena
parte de culpa del éxito del mismo recae en la mirada de Miguel Sapochnik.
Aunque en los últimos años ha permanecido fiel a la televisión –el año pasado
ya se encargó de rodar el espectacular rescate liderado por Jon Snow de los Salvajes
frente a los Caminantes Blancos en Hardhouse-
su debut en pantalla grande se produjo con una peli de ciencia-ficción que pasó
sin pena ni gloria: Repo Men, aunque
tocaba un tema de lo más interesante. Sapochnik también es el encargado de
rodar el último episodio de la temporada, todo un alarde de montaje y guión y
donde ha destacado por méritos propios la preciosa banda sonora de Ramin
Djawadi, un compositor de orígenes alemanes e iraníes que se ha movido como pez
en el agua tanto en televisión como en cine (Mr. Brooks, Iron Man, Furia de titanes, Pacific Rim).
La
tradición manda que los últimos episodios de cada temporada sirvan como epílogo
al noveno, donde se ha apostado por un golpe de efecto tremendo, mientras que
al tiempo sirven de puente con lo que se va a contar. The Winds of Winter cumple con todo eso y además tiene mucho más
empaque del que parece a simple vista. Los principales personajes quedan en una
posición envidiable para proseguir con sus tramas de una manera mucho más
sencilla, ya que muchos ya se encuentran ligados por su destino.
La
sensación de que esto se acaba ha estado presente a lo largo de toda la
temporada. Es hora de juntar a los principales personajes y de plantar las
semillas de los enfrentamientos que van a tener lugar a lo largo y ancho del
continente de Westeros, cuya
principal amenaza, aunque la gran mayoría de gente todavía la desconozcan,
proviene del Norte.









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