En
la primera novela de la saga, El pistolero, asistíamos a una implacable persecución llevada a cabo por un
misterioso pistolero al que acabaríamos conociendo como Roland. El objeto de su
obsesión no era sino un medio para un fin distinto: el Hombre de Negro, también
conocido como Walter Padick, se convertía así en la primera parada hacia la
Torre Oscura.
En
su largo camino hasta llegar a cazar al Hombre de Negro, Roland tuvo que hacer
muchos sacrificios, el último de ellos abandonar a su suerte a un niño de doce
años, Jake Chambers, que había recogido por el camino y que había llegado hasta
el Mundo-Medio a través de su propia muerte, en lo que sería la Nueva York que
todos conocemos, solo que en 1977. Antes de abandonar a Roland y dejarse morir,
Walter le muestra su futuro gracias a una particular baraja de cartas del
Tarot. Si quiere alcanzar su destino, primero deberá reunir a tres personas más
a su alrededor.
En
el segundo volumen de la saga, La llegada de los tres, se nos cuenta esta odisea en busca del ka-tet, o lo que es lo mismo, el destino
en forma de grupo, de equipo. Un herido y agonizante Roland recorrerá a pie las
costas del Mar del Oeste, sorteando a una serie de peligrosas y monstruosas
criaturas acuáticas, en busca de una serie de puertas que conectan su mundo con
el nuestro. A través de ellas puede viajar tanto su conciencia como objetos
físicos, de modo que se ve obligado a atraer al Mundo-Medio a dos personajes
diferentes: Eddie Dean, un joven proveniente de la Nueva York de 1987 y a
Odetta Holmes, esta vez desde 1964. Odetta sufre una parálisis en sus piernas
que la obliga a ir en silla de ruedas. Cuando era joven sufrió una agresión por
parte de un desconocido, cuya identidad acabará siendo revelada como Jack Mort.
No sería la última vez que se cruzarían sus caminos: Mort acabaría volviendo en
su busca para acabar su trabajo, pero fallaría de nuevo, causándole una serie
de traumatismos que acabarían dando a luz a una segunda personalidad dentro de
Odetta, repleta de odio y violencia.
Lo
que Roland no podía imaginar era que Jack Mort era su tercer objetivo, ni que
este fuera a su vez el responsable de la muerte del joven Jake Chambers, al que
empujaba bajo las ruedas de un coche. Es entonces cuando las decisiones de
Roland comienzan a jugarle una mala pasada: decide despachar a Mort de malas
maneras, salvando la vida del niño y aunque en un principio parece que ha
perdido su última oportunidad, la fusión de las personalidades de su compañera
dan lugar a una tercera personalidad, la de Susannah, lo que en un principio
parece salvar a su protagonista.
Nada
más lejos de la verdad: Las tierras
baldías comienza su andadura seis meses después de la anterior aventura. Un
restituido Roland tiene muy avanzado el entrenamiento de sus dos nuevos
compañeros, a los que inicia en la senda de los
pistoleros. Pero algo no marcha del todo bien: los designios de las cartas
no se han cumplido como estaban previstos y la mente de Roland va a pagarlo, ya
que en ella conviven dos series de recuerdos opuestos: unos donde existe Jack
Chambers y otros en los que nunca se topó con él –ya que no murió y no viajó al
Mundo-Medio-.
Publicada
en el verano de 1991 –entre el capítulo II y III King escribió tres novelas,
una de ellas Misery- en ella el autor
sigue progresando en varias líneas maestras que vienen definidas desde los
comienzos de la saga: por un lado sigue la cruzada liderada por Roland de
Gilead, esta vez con una serie de compañeros que le ayudarán en su propósito;
mientras comparte una serie de revelaciones sobre el mundo que habitan y sobre
el pasado del protagonista. Qué ha ocurrido y cómo el mundo se ha movido, junto con los pasos que
han llevado al pistolero hasta esta situación, siguen siendo uno de los leit-motiv de la serie, mientras la
mezcla de géneros apuesta cada vez más por la ciencia-ficción, sin acabar de
dejar de lado la fantasía –uno de los momentos más espectaculares de la novela
tiene lugar en un cruce entre universos con un demonio como guardián de una de
las puerta que permiten el paso-.
Dicha
secuencia divide la acción de la novela claramente en dos: en la primera de
ellas, Roland debe completar su ka-tet
si quiere sobrevivir a su búsqueda y para ello necesita de Jake Chambers, que
sufre del mismo mal en nuestro mundo. En la segunda, el grupo debe atravesar
una serie de ciudades mientras siguen un haz de luz que supone lleva
directamente hasta la Torre Oscura. En el camino, deberán enfrentarse a
criaturas mitad animales mitad robots; a una serie de pueblos olvidados y en
decadencia, así como a ciudades ultratecnológicas que han vivido tiempos
mejores. Por si todo esto no fuera suficiente, el final de la novela reserva
para el incauto lector un tremendo cliffhanger,
con el destino de los protagonistas pendiente del capricho de un ser, no solo
superior, sino completamente desquiciado.
Aunque
King tiende a divagar en no pocas ocasiones, sobre todo a la hora de introducir
en el relato a nuevos personajes que, puede que sí o puede que no, tengan un
papel relevante en futuras aventuras; otras veces le sirve para profundizar en
la psicología de sus protagonistas, como por ejemplo la relación entre Eddie y
su hermano mayor o las circunstancias familiares de Jake. De momento la mayoría
de información en torno a la figura de Roland permanece en la sombra, ya que
esta va siendo administrada con cuentagotas. Pero no va a pasar mucho tiempo
así, eso seguro, ya que en la cuarta parte de la novela, el pasado del
personaje se convertirá en uno de sus puntos centrales.
De
momento la saga sigue progresando a un gran nivel, repleta de acción y aventura
y con grandes dosis de terror, fantasía y ciencia-ficción; sin perder un ápice
de su fuerza, generando la incertidumbre y las ganas de más en el espectador y
consiguiendo una ambientación y una mezcla de géneros sin igual.

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