No
las tenía todas conmigo cuando pasaba el tiempo y la CBS no se pronunciaba sobre la renovación o no de Person of Interest para una quinta
temporada. Jonathan Nolan y J. J. Abrams, creador y productor respectivamente,
ya se hallaban trabajando en un nuevo y ambicioso proyecto, esta vez para la
privada HBO, titulado Westworld y corrían los rumores de que
la serie fuera cancelada sin siquiera alcanzar un desenlace a la altura. Al
final llegó el ansiado anuncio, pero no fue lo que todos los aficionados
esperábamos: una última temporada de tan solo 13 episodios, sin fecha marcada
de estreno y que al final vería la luz en mayo de 2016. Por si todo esto no
fuera suficiente para destrozar cualquier tipo de expectativa, la CBS decidió programar los primeros
episodios a razón de dos por semana, en un intento de quitarse de encima el
marrón lo antes posible –tan solo recuperó su cadencia semanal hacia el final
de temporada-.
Al
menos los guionistas tuvieron el tiempo y espacio necesarios para organizar un
final que dejara satisfechos a los aficionados. Como suele ser habitual, habrá
algunos que queden más contentos que otros, pero en este caso particular hay
que añadir el recorte de episodios a la mitad de lo que estábamos acostumbrados
y eso se ha traducido en cierto apresuramiento, sobre todo en la mayoría de
subtramas que se desarrollaban alrededor de los principales personajes y que son
ventiladas a la menor oportunidad, como por ejemplo, la incipiente relación
romántica de John Reese con la que fuera su terapeuta; la muerte de un
carismático villano, más un golpe de efecto que cualquier otra cosa o la nueva
aparición del terrorista conocido como La
Voz, que merecía mucho más que un simple episodio.
En
la primera parte de la temporada, ha habido un intento claro por recuperar el status quo lo antes posible, primero
volviendo a formar al equipo y restaurando las capacidades de la Máquina, severamente dañadas al final de
la temporada anterior. Samaritan ha
conseguido superarlos a todos y los protagonistas deben huir y esconderse lo
mejor posible. Mientras que en la segunda los guionistas han optado por
acentuar el grado de desesperación de la situación para los principales
personajes, de modo que Finch se vea obligado a dejar de lado sus trabas
morales y enfocar el problema de Samaritan
de una manera mucho más directa, hasta llegar a un finale season que no está nada mal, repleto de acción, emoción y,
lo que es muy importante, sorpresa, ya que en ningún momento se tiene claro si
alguno de los protagonistas van a salir con vida del enfrentamiento definitivo
entre ambas fuerzas.
Donde
se nota la falta de minutos es en el momento en el que toca desarrollar tramas
principales, como esa nueva “educación” a la que Finch debe someter a su
creación. De igual manera, no se profundiza demasiado en el problema moral
alrededor de una Inteligencia Artificial sin ningún tipo de límite que es capaz
de tomar el control de la sociedad tal y como la conocemos y llevar a cabo las
medidas necesarias para rehacerla con un nuevo objetivo de supervivencia. Lo
mismo ocurre con la vuelta de Shaw: la actriz Sarah Shahi abandonó la serie
debido a su maternidad y alrededor de su personaje se montó primero una muerte
muy sentida y luego un secuestro por parte de Samaritan, que juega con ella en uno de sus experimentos
psicológicos.
Las
medidas sociológicas que Samaritan
lleva a cabo para el control de la posición han traído algún que otro capítulo
sobresaliente, como el que tiene lugar en la sala de urgencias de un hospital
de Manhattan cuando tiene lugar un brote muy contagioso de una nueva cepa de
gripe. No es el único episodio destacable de esta temporada, ya que a estas
alturas los guionistas de Person of
Interest son expertos en los procedimentales, como cuando el equipo de la Máquina se infiltra en una boda de una
acaudalada familia de las afueras. O el frustrado atentado contra la vida del
presidente de los Estados Unidos en Washington y la revelación de que las
operaciones de la Máquina no se
restringen, ni a la ciudad de Nueva York, ni al equipo liderado por Finch. Esto
también ha ofrecido la oportunidad de volver a ver, aunque sea de la forma más
breve, a algunos rostros conocidos de temporadas anteriores.
Es
todo un acierto basar la mayor parte del capítulo final en la relación de
trabajo y amistad que se ha ido forjando a lo largo de cinco años entre John
Reese y Harold Finch, sin dejar de lado la acción que ha caracterizado a la
serie. Cada uno lleva a cuestas sus propios demonios, pero no ha sido hasta que
se encontraron que pudieron comenzar a enfrentarse a ellos. Lo que es una pena
es que una de las series más interesantes de los últimos años y que más injustamente
ha pasado desapercibida, no haya gozado del tiempo suficiente para profundizar
un poco más en algunos de los puntos que la han hecho grande. Pero teniendo en
cuenta cómo pintaban las cosas al principio, no nos podemos quejar del final
que han conseguido darle a la serie, con momentos a un gran nivel y secuencias
repletas de emoción.
No
tengo claro si Jim Caviezel permanecerá en televisión o no, pero sí que tengo
curiosidad por ver dónde acabará Michael Emerson, tras dos papeles tan
importantes en series como Perdidos
y ésta última, Person of Interest.





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