La continuación directa de Memento mori tiene lugar meses después
de que Augusto Ledesma, un peligroso asesino en serie narcisista y muy
inteligente, escapara de las garras del inspector de homicidios Ramiro Sancho,
que ha quedado sumido en los remordimientos y en la desesperación. Pero el primero
no está dispuesto a dejar de lado su evolución como artista de lo macabro, ni
el segundo su obsesión por la justicia. Es ahí donde entra el tercer vértice de
este triángulo, Armando Lopategui, embarcado en una cruzada personal de
venganza que le permitirá saldar las cuentas con un pasado traumático y quizás,
salvar la relación con su hija Erika.
Memento mori era una novela que sorprendía y atrapaba, donde su
autor se servía de los viejos cánones del género negro para tejer una historia
fresca y absorbente. Con su continuación ocurre algo muy parecido: el noir sigue estando ahí, con muchos
elementos del thriller que permiten continuas vueltas de tuerca y giros de las
tramas que cojan desprevenido al espectador, incluido una revelación final de
esas de las difíciles, de las que piden volver atrás en las páginas de la
novela para comprobar si el autor lo ha dejado todo atado y bien atado.
Pero Gellida no se conforma
con eso y plantea una serie de tramas que se van desarrollando en diferentes
momentos temporales para mostrar la complicada relación entre varios de los
personajes, en concreto entre el psicólogo criminalista y un joven e
impresionable Orestes. Y al mismo tiempo opta por llevar un paso más allá la
ambientación del relato.
A la música y la literatura,
que siguen siendo parte fundamental de la novela –creo que las letras de
Vetusta Morla sustituyen a las de Bunbury como título de cada episodio-, hay
que añadir dos nuevos escenarios como son la ciudad italiana de Trieste, muy
cerca de la frontera, y las calles de Belgrado, que traen consigo todo el
horror y la tragedia de la guerra de los Balcanes, en la que Carapocha tuvo un papel importante como
agente ruso del KGB y donde su vida cambió para siempre –Gellida aprovecha aquí
para introducir a más de un personaje histórico real-.
Es decir, que el autor
consigue de nuevo una original y muy personal mezcla de géneros, personajes y
situaciones que, no tengo muy claro el cómo ni el porqué, pero funciona. Y muy
bien. A eso hay que añadirle el cuidado que pone el autor en la edición de la
novela: en su versión de bolsillo podemos encontrarnos con varios mapas de las
ciudades de Trieste o Belgrado, un Poemario
con las aportaciones que Ledesma deja en los escenarios de sus crímenes o un
listado con la banda sonora principal que va escuchándose a lo largo de toda la
novela.
También resulta interesante
resaltar que aunque se trate de un capítulo intermedio de una trilogía
–tetralogía tal vez, porque ya se ha publicado un cuarto volumen, aunque no
tengo clara todavía la relación entre todos ellos-, la novela tiene entidad
propia y al mismo tiempo lleva a los personajes a nuevas situaciones,
evolucionando las tramas y dejándolo todo listo para Consummatum est, el ansiado desenlace.
César Pérez Gellida también es
autor de Khïmera, una interesante
propuesta de ciencia-ficción que ha pasado injustamente desapercibida, al menos
si la comparamos con el éxito de Versos,
canciones y trocitos de carne.

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