lunes, 3 de octubre de 2016

Versos, canciones y trocitos de carne II: dies irae, de César Pérez Gellida

La continuación directa de Memento mori tiene lugar meses después de que Augusto Ledesma, un peligroso asesino en serie narcisista y muy inteligente, escapara de las garras del inspector de homicidios Ramiro Sancho, que ha quedado sumido en los remordimientos y en la desesperación. Pero el primero no está dispuesto a dejar de lado su evolución como artista de lo macabro, ni el segundo su obsesión por la justicia. Es ahí donde entra el tercer vértice de este triángulo, Armando Lopategui, embarcado en una cruzada personal de venganza que le permitirá saldar las cuentas con un pasado traumático y quizás, salvar la relación con su hija Erika.

Memento mori era una novela que sorprendía y atrapaba, donde su autor se servía de los viejos cánones del género negro para tejer una historia fresca y absorbente. Con su continuación ocurre algo muy parecido: el noir sigue estando ahí, con muchos elementos del thriller que permiten continuas vueltas de tuerca y giros de las tramas que cojan desprevenido al espectador, incluido una revelación final de esas de las difíciles, de las que piden volver atrás en las páginas de la novela para comprobar si el autor lo ha dejado todo atado y bien atado.

Pero Gellida no se conforma con eso y plantea una serie de tramas que se van desarrollando en diferentes momentos temporales para mostrar la complicada relación entre varios de los personajes, en concreto entre el psicólogo criminalista y un joven e impresionable Orestes. Y al mismo tiempo opta por llevar un paso más allá la ambientación del relato.

A la música y la literatura, que siguen siendo parte fundamental de la novela –creo que las letras de Vetusta Morla sustituyen a las de Bunbury como título de cada episodio-, hay que añadir dos nuevos escenarios como son la ciudad italiana de Trieste, muy cerca de la frontera, y las calles de Belgrado, que traen consigo todo el horror y la tragedia de la guerra de los Balcanes, en la que Carapocha tuvo un papel importante como agente ruso del KGB y donde su vida cambió para siempre –Gellida aprovecha aquí para introducir a más de un personaje histórico real-.

Es decir, que el autor consigue de nuevo una original y muy personal mezcla de géneros, personajes y situaciones que, no tengo muy claro el cómo ni el porqué, pero funciona. Y muy bien. A eso hay que añadirle el cuidado que pone el autor en la edición de la novela: en su versión de bolsillo podemos encontrarnos con varios mapas de las ciudades de Trieste o Belgrado, un Poemario con las aportaciones que Ledesma deja en los escenarios de sus crímenes o un listado con la banda sonora principal que va escuchándose a lo largo de toda la novela.

También resulta interesante resaltar que aunque se trate de un capítulo intermedio de una trilogía –tetralogía tal vez, porque ya se ha publicado un cuarto volumen, aunque no tengo clara todavía la relación entre todos ellos-, la novela tiene entidad propia y al mismo tiempo lleva a los personajes a nuevas situaciones, evolucionando las tramas y dejándolo todo listo para Consummatum est, el ansiado desenlace.

César Pérez Gellida también es autor de Khïmera, una interesante propuesta de ciencia-ficción que ha pasado injustamente desapercibida, al menos si la comparamos con el éxito de Versos, canciones y trocitos de carne.

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