miércoles, 23 de noviembre de 2016

Millennium IV: lo que no te mata te hace más fuerte, de David Lagercrantz

Stieg Larsson murió el 9 de noviembre de 2004 a la edad de 50 años, de un repentino ataque al corazón. Apenas hacía unos días que había entregado a su editor un tercer manuscrito sobre una saga policiaca en la que llevaba inmerso varios años de su vida, protagonizada por un periodista de investigación. El primer capítulo de la misma ni siquiera había sido publicado todavía, por lo que Larsson murió sin llegar a conocer el tremendo éxito de sus creaciones.

La Saga Millennium pronto se convirtió en un fenómeno literario a escala mundial que acabó filtrándose con toda naturalidad a otros géneros, como el cómic o el cine –la industria sueca estrenó con bastante éxito una adaptación de cada uno de los tres volúmenes de la saga a partir del año 2009, mientras que Hollywood puso en manos de David Fincher Los hombres que no amaban a las mujeres, estrenada en 2011 y ganadora de un Oscar, entre varias jugosas nominaciones-. Por desgracia, Larsson no es solo conocido por ser uno de los escritores de género negro más importantes del siglo XXI, sino por ser el centro de una agria disputa en torno a su herencia millonaria, con una batalla legal protagonizada por su compañera sentimental, con la que llevaba una vida conviviendo y su padre y hermano, con los que apenas se trataba y que fueron los que se llevaron el gato al agua –la ley sueca no debe de tener muy en cuenta a las parejas fuera del matrimonio para estos casos, creo recordar-.

Los Larsson movieron pronto la posibilidad de continuar con la lucrativa saga, ya que se había filtrado que el escritor tenía esbozados los argumentos de hasta siete novelas más. Todo este periodo es un continuo ir y venir entre filtraciones y noticias falsas, muy difícil de seguir por parte del aficionado, por lo que no hay nada seguro en todo lo que se contó. El caso es que un nuevo nombre entró en juego: el del periodista y escritor sueco David Lagercrantz, todo un superventas en su país de origen gracias a una serie de biografías de personajes como Alan Turing y sobre todo, la de Zlatan Ibrahimovic. Recuerdo haber leído un reportaje en algún medio en el que se mostraba las increíbles medidas de seguridad con las que el periodista debía trabajar para poder llevar a cabo la nueva novela de la saga, que acabó publicándose en 2015.

En Los hombres que no amaban a las mujeres, Larsson contaba la historia de un periodista de investigación caído en desgracia que para ahorrarle el mayor daño posible a su revista decide retirarse del mundillo editorial en Estocolmo y trasladarse a una pequeña isla apartada del norte de Suecia a sueldo de un excéntrico millonario, dueño de una de las empresas industriales históricas del país. Aunque oficialmente se encuentra realizando una biografía del extenso clan, en realidad su misión consiste en repasar la misteriosa desaparición de una joven ocurrida treinta años atrás, para intentar arrojar nueva luz sobre la investigación. Con esta primera y extensa novela, Larsson sumergía al lector en un ambiente algo claustrofóbico, tanto por el lugar geográfico donde se desarrolla la mayoría de la acción como por su forma de describir la idílica sociedad sueca, repleta de corrupción y putrefacción en prácticamente todos sus estratos. Larsson conseguía atrapar al lector merced a una minuciosa investigación, de lo más creíble y a un extenso reparto coral de entre los que destacan Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander, una joven mujer de aspecto frágil con graves problemas sociales que oculta en su interior una personalidad arrolladora y peligrosa.

Como he comentado antes, el éxito de la novela fue inmediato y enorme y su segunda y tercera parte cambiaban ligeramente el estilo, formando ambas un todo algo separado de la primera parte. En La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire nos encontrábamos de nuevo con una investigación criminal de enormes proporciones destinada a sacudir los cimientos de la sociedad sueca, repleta de asesinatos, chantajes y giros inesperados que hacían la delicia de los lectores. Sin embargo Larsson decidió además profundizar en su personaje fetiche, una Lisbeth Salander cuyos orígenes en una familia criminal se convertían en pieza fundamental de la novela.

En esa misma línea continua la novela de Lagercrantz, situada unos cinco años tras la finalización de la anterior aventura. De nuevo Blomkvist y Millennium se encuentran en una situación complicada, siendo presas ambos del ataque de varios medios de comunicación rivales y de los tejemanejes de un nuevo socio inversor cuya línea editorial choca de frente con los ideales que se supone debe defender la publicación, de libertad de prensa o denuncia social. Hasta que Blomkvist recibe una llamada de un matemático y científico sueco, un genio especializado en Inteligencia Artificial que ha recibido una serie de amenazas de muerte y que necesita revelar algo importante.

Es entonces cuando se inicia una investigación que se mueve en varios frentes a partir del asesinado del científico: la periodística, liderada por Mikael; la policial, donde nos encontramos con la mayoría de personajes de las anteriores novelas y la que lleva a cabo Lisbeth Salander, movida de nuevo por un interés personal, lo que no impedirá una nueva colaboración con el periodista. En ese aspecto, Lagercrantz respeta de forma escrupulosa el estilo y forma de las anteriores novelas de Larsson, ambientada en Estocolmo y alrededores y con elementos comunes como un reparto coral y un misterio alrededor de un tema tan candente y de actualidad como es la vigilancia extrema de las agencias de espionaje, un tema que saltó a la opinión pública a raíz de las revelaciones de Snowden. Lo servicios secretos suecos, las grandes corporaciones o incluso la NSA tienen un papel relevante en esta novela, donde por fuerza hay que destacar varios aspectos: en primer lugar se trata de un capítulo más de una saga que seguro continuará más pronto que tarde, donde se introduce un nuevo villano sacado del pasado de Lisbeth que todavía tiene mucho que decir en la vida de los protagonistas; mientras que la propia Lisbeth se convierte aquí en una Mary Suede aspecto gótico y rebelde, tal es su maestría y resolución en prácticamente todo lo que hace. Quizás esta parte ha quedado algo exagerada, pero está claro que es el personaje más reconocible de la saga y el más icónico.


En definitiva, el cuarto capítulo de la Saga Millennium es continuista con lo que habíamos visto con anterioridad, sobre todo con el segundo y tercer volumen. No inventa nada nuevo e intenta llevar a los personajes por un camino ya prefijado de antemano. Pero se trata de una fórmula que funcionó en el pasado y que aquí lo sigue haciendo: sigue siendo tan entretenida y aditiva como sus predecesoras. Es una de esas novelas que atrapan con suma facilidad, pese a la extensión de la misma y a la complejidad de sus muchas subtramas y personajes. 

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