lunes, 28 de noviembre de 2016

The Neon Demon, de Nicolas Winding Refn

Me gustó mucho Drive. Sin embargo, no entendí nada de Only God Forgives, una película donde Ryan Gosling repetía actuación, que no papel, en una especie de historia criminal ambientada en Bangkok. Con The Neon Demon me pasa tres cuartas partes de lo mismo: la trama central parece sencilla, pero el director danés elige filmarla de una manera tan personal que en muchos momentos resulta hasta difícil seguir lo que se nos está contando, con tanto flash de luz estroboscópica.

Es un tipo de cine que puede asociarse a directores como Aronofsky o David Lynch, donde las imágenes brillan por encima del movimiento de los actores y la construcción de la atmósfera se convierte en un tema esencial, junto a la fotografía, los contrastes extremos entre los colores o la música –si me ponen el inicio de la película sin los créditos iniciales me creo perfectamente que se trata de una película perdida de John Carpenter-. Aun así no me genera un interés ni remotamente parecido a cualquier producción de los directores mencionados. La historia de The Neon Demon juega a ser misteriosa, incluso terrorífica –hay unos cuantos personajes inquietantes, como el dueño del motel que interpreta Keanu Reeves (John Wick, El poder del Tai Chi)- pero al final me resulta desconcertante e incluso aburrida.

La trama central gira en torno a una joven modelo que irrumpe en el mundillo de Los Angeles como un torbellino, al recelo que despierta en sus competidoras y la admiración de agentes, diseñadores o fotógrafos. Elle Fanning, de apenas 18 años, a la que conocimos en el Super 8 de J. J. Abrams, se convierte en este inocente objeto de amor y de odio.

Dejando de lado alguna imagen visualmente muy atractiva –el director juega en todo momento con los reflejos en los espejos-, apenas salvo de la película algún diálogo o situación –como la que tiene lugar en un baño, que acaba ensangrentado- que tiene en su centro el propio concepto de belleza. Y es que a ratos parece que la historia va a tirar por ahí, pero luego gira bruscamente hacia otro sentido y uno no sabe si se encuentra ante una crítica o una comedia involuntaria, una sátira salvaje sobre el mundo de la moda o el narcisismo –en ese aspecto, también me ha recordado a la provocadora Showgirls-.



¿Vale la pena The Neon Demon? Solo para aquellos que disfrutaran del anterior trabajo del director o aquellos que sean capaces de apreciar la belleza oculta en esos interminables planos de música sinuosa. Yo, me temo, no me veo capaz. 

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