Me gustó mucho Drive. Sin embargo, no entendí nada de Only God Forgives, una película donde
Ryan Gosling repetía actuación, que no papel, en una especie de historia
criminal ambientada en Bangkok. Con The
Neon Demon me pasa tres cuartas partes de lo mismo: la trama central parece
sencilla, pero el director danés elige filmarla de una manera tan personal que
en muchos momentos resulta hasta difícil seguir lo que se nos está contando,
con tanto flash de luz estroboscópica.
Es un tipo de cine que puede
asociarse a directores como Aronofsky o David Lynch, donde las imágenes brillan
por encima del movimiento de los actores y la construcción de la atmósfera se
convierte en un tema esencial, junto a la fotografía, los contrastes extremos
entre los colores o la música –si me ponen el inicio de la película sin los
créditos iniciales me creo perfectamente que se trata de una película perdida
de John Carpenter-. Aun así no me
genera un interés ni remotamente parecido a cualquier producción de los
directores mencionados. La historia de The
Neon Demon juega a ser misteriosa, incluso terrorífica –hay unos cuantos
personajes inquietantes, como el dueño del motel que interpreta Keanu Reeves (John Wick, El poder del Tai Chi)- pero
al final me resulta desconcertante e incluso aburrida.
La trama central gira en torno
a una joven modelo que irrumpe en el mundillo de Los Angeles como un
torbellino, al recelo que despierta en sus competidoras y la admiración de
agentes, diseñadores o fotógrafos. Elle Fanning, de apenas 18 años, a la que
conocimos en el Super 8 de J. J.
Abrams, se convierte en este inocente objeto de amor y de odio.
Dejando de lado alguna imagen
visualmente muy atractiva –el director juega en todo momento con los reflejos
en los espejos-, apenas salvo de la película algún diálogo o situación –como la
que tiene lugar en un baño, que acaba ensangrentado- que tiene en su centro el
propio concepto de belleza. Y es que a ratos parece que la historia va a tirar
por ahí, pero luego gira bruscamente hacia otro sentido y uno no sabe si se
encuentra ante una crítica o una comedia involuntaria, una sátira salvaje sobre
el mundo de la moda o el narcisismo –en ese aspecto, también me ha recordado a
la provocadora Showgirls-.
¿Vale la pena The Neon Demon? Solo para aquellos que
disfrutaran del anterior trabajo del director o aquellos que sean capaces de
apreciar la belleza oculta en esos interminables planos de música sinuosa. Yo,
me temo, no me veo capaz.



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