Este artista británico es uno
de los más reputados creadores del cómic norteamericano actual. Puede que
ninguna de sus obras haya conseguido la repercusión que otras obtuvieron en la
década de los ochenta, cuando comenzó su carrera, pero es de los pocos que,
tantos años después, ha conseguido mantener su status quo. No hay obra mala de
Alan Davis, como mucho menor, y no
son pocos los artistas, muchos de ellos de los más solicitados del momento, que
crecieron a la sombra de sus elegantes figuras y su estilo clásico.
Desde que Davis se destapara
como autor completo y dejara de lado su papel como dibujante al servicio de las
historias de otros –junto a Chris Claremont en los X-Men, por ejemplo-, en la colección mutante Excalibur, ha ido repartiendo su carrera entre ambas tendencias,
dejando sus preferencias más personales para la ocasión en la que podía dibujar
sus propios guiones –La Legión de Superboy para DC, ClanDestine en Marvel-.
Killraven es uno de esos proyectos donde se nota que Davis está
implicado al 100%. Una miniserie de seis números, cuyo primer capítulo se
publicó en diciembre de 2002, pensada para leer como si de una gran
historia-río se tratara, por lo que su recopilación en tomo beneficia y mucho a
la lectura. Entintado por Mark Farmer, su colaborador habitual y asistido en el
color por Gregory Wright, el británico da salida a una entretenidísima historia
de lucha y supervivencia en un ambiente que resulta novedoso y familiar al
mismo tiempo, teniendo en cuenta las influencias que atesora el tebeo.
No he leído nada de la
encarnación clásica del personaje, pero en la versión de Davis se trata de un
fantástico e indomable luchador de gran corazón que acaba de fugarse, junto a
unos pocos compañeros, de una vida de entrenamiento salvaje y de lucha por la
supervivencia en una especie de circo romano, donde los humanos deben luchar
para el divertimento de una raza superior extraterrestre que ha conquistado la
Tierra, proveniente de Marte.
Davis lleva un paso más allá
lo que se nos contaba en La guerra de los
mundos de H. G. Wells, dejando de lado el sorprendente final donde los
invasores hallaban su final a causa de las bacterias terrestres. Las criaturas
tentaculares, los trípodes, el humo negro que aniquilaba a la población civil o
la misteriosa flora de color rojo que recubría la superficie del planeta están
aquí, pero en un ambiente post apocalíptico donde la humanidad ha sido diezmada
y donde los supervivientes viven a escondidas de los Guardianes, humanos
colaboracionistas con los invasores.
En una forma que recuerda y
mucho a la saga de aventuras pulp
protagonizada por John Carter, la
tecnología marciana y los conceptos de ciencia-ficción se dan la mano con las
luchas a espada, mientras los supervivientes van atravesando la Costa Este
norteamericana, topándose con los restos de la civilización, así como con las
nuevas formas de vida que ha ido albergando el planeta desde la conquista.
Si la mezcla de géneros y las
continuas aventuras no son suficientes para algún lector, el extraordinario
dibujo de Davis hace el resto. Su narrativa, la original composición de la
página, el cuidado en los diseños o en los detalles de los fondos hacen de este
uno de sus trabajos más interesantes y quizás menos recordados, sin duda por el
carácter secundario que siempre ha tenido su protagonista, muy difícil de
incluir en el devenir normal del Universo
Marvel tradicional –Avengers Forever
aparte-.
La última vez que se publicó
este tebeo en España lo hizo en un solvente tomo en tapa blanda, en la época de
Forum.




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