lunes, 19 de diciembre de 2016

Rogue One: una historia de Star Wars, de Gareth Edwards

Después de la pequeña decepción que supuso El despertar de la Fuerza, no tenía unas expectativas demasiado elevadas ante el visionado de este primer spin-off de la saga. Al principio no fue así, siempre he creído que uno de los grandes errores de Lucas fue no abrir su personal universo a otros guionistas y cineastas, tal y como había sucedido en el Universo Expandido, de donde salieron un buen puñado de grandes historias.

De hecho, cuando se anunció que el encargado de dirigirla iba a ser Gareth Edwards, tenía bastante fe en que el experimento podía salir muy bien. Edwards venía de dirigir la nueva versión de Godzilla, una película muy recomendable donde hacía un uso muy prudente de los efectos especiales en una gran superproducción, algo que ya demostró saber llevar en su ópera prima, Monsters, la película que le hizo decantarse por la dirección tras haberse dedicado en exclusiva a los efectos digitales.

Por desgracia, pronto los rumores saltaron en torno a la labor del director, que fue apartado por la compañía para así poder rodar de nuevo una serie de tomas, algo que suele ser habitual en este tipo de grandes superproducciones pero que a veces no casa con los intereses de los aficionados: la historia de Edwards era demasiado seria, todo un homenaje al cine bélico y Disney necesitaba un enfoque más ligero, con muchas más dosis de humor.

Al final Edwards se entendió con la compañía y algo queda de ese homenaje, con una historia central que no es sino la de un comando especial de desarrapados que tiene en su punto de mira un objetivo que acaba convirtiéndose en esencial para la supervivencia de los buenos, en este caso representados por la Resistencia. Es una pena que la historia, que tiene un desenlace que brilla a un altísimo nivel, no haya conseguido desarrollar a sus principales personajes de una manera más interesante en la primera mitad de película. Sus motivaciones y cambios de actitud ocurren muchas veces porque sí y eso resta mucha credibilidad a los personajes. La trama avanza a saltos y apenas hay espacio, pese a que tampoco hay tantas escenas de acción. ¿Qué ha pasado con esos directores/guionistas que eran capaces de hacer avanzar sus ideas, sea o no con diálogos al mismo tiempo que ruedan acción?

La película sobrevive en su primera mitad gracias a una serie de escenas algo aisladas y a una buena cantidad de referencias a las películas clásicas, en especial Una nueva esperanza. Y es que Disney parece empeñada en crear un nuevo género cinematográfico: el metarreferencial, ya que no son pocas las alusiones que el gran común de los espectadores dejarán pasar de largo. A veces los guionistas hilan tan fino que hay que estar atento a un simple diálogo entre dos soldados, sin ninguna repercusión para lo que se está contando.

Los templos Jedi y los cristales; al Zatoichi al que interpreta Donnie Yen; el Saw Guerrera de Forest Whitaker (Arrival, Repo Men), directamente sacado de la serie The Clone Wars; el planeta Mustafar y la primera aparición de Vader –la segunda es espectacular, de lo cruda y simple que resulta-; la recreación de los rostros de los actores que participaron en la película en 1977 o la genial idea de explicar un detalle que a lo largo de los años se ha convertido en uno de los puntos satíricos más importantes de toda la saga, ¿cómo es posible que un arma con la Estrella de la Muerte pueda ser destruida por disparar un torpedo tan pequeñito?


Una lástima no aprovechar un reparto más variado que nunca, en lo que al tema racial se refiere. Queremos saber más del sufrimiento y el deseo de venganza que motivan al ingeniero interpretado por Mads Mikkelsen (Doctor Extraño, Hannibal) –vaya dos taquillazos en los que ha participado este año- o del pasado oculto de la pareja protagonista, en los rostros de Felicity Jones (Un monstruo viene a verme, La teoría del todo) y Diego Luna.
  
También merece la pena destacar que algo ha quedado de ese tono adulto que se pretendía en los comienzos del proyecto. La muerte está muy presente a lo largo de todo el metraje, algo que no suele ser tan habitual dentro de Disney. Y muchos de los principales personajes, pese a que hayan sido convenientemente suavizados, no son precisamente de carácter heroico, sino mercenarios y asesinos.


Aunque a veces uno tiene la sensación de que se ha perdido la oportunidad de hacer algo realmente grande con la franquicia, el éxito lo tiene asegurado y de aquí a un par de años nos encontraremos de nuevo con un nuevo spin-off, quién sabe en qué momento de la historia estará ambientado esta vez. Este primer experimento no ha salido nada mal, es entretenido, conecta con el público más fiel y tiene un tramo final realmente conseguido. A partir de aquí todo debería mejorar. 

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