lunes, 23 de enero de 2017

La La Land (La ciudad de las estrellas), de Damien Chazelle

La película del momento, gracias sobre todo al pleno conseguido en la última ceremonia de los Globos de Oro y al récord histórico de siete premios: Película, Director, Guión, Actor, Actriz, Banda Sonora y Canción Original.

No he visto todavía el resto de películas que participaban, pero suelo ser bastante escéptico ante esta lluvia de premios. A Hollywood le interesa mucho vender este tipo de fenómenos y en La La Land encuentro muchas de las características que la industria del cine adora, como ese tratamiento nostálgico y algo edulcorado de la meca del cine. Un fenómeno que no hace mucho ya vimos con el éxito de The Artist.

Lo curioso es que este proyecto lleva tiempo en manos del director y guionista Damien Chazelle y del compositor Justin Hurwitz, ambos colegas desde la universidad. El reconocimiento hace un par de años de Whiplash les ha permitido llevar a cabo una película que le habían rechazado en más de una ocasión, ya que no carecía de cierto riesgo: hacer un musical moderno pero sin renunciar a los aires clásicos del cine de Stanley Donen; contar una bonita historia, repleta de homenajes, pero sin caer en lo mismo de siempre.

La La Land es un musical que se aleja de otras películas modernas del mismo género, como la reciente Los Miserables, donde no había diálogos y solo se cantaba –sin números de baile- o Chicago, donde sí había esa mezcla de baile-canción-diálogo, si bien las piezas llegaban a saturar un poco al espectador. Es decir, Chazelle y Hurwitz filman algunas secuencias de baile con mucho acierto y cierta novedad en el uso de la cámara, pero no saturan al espectador en ningún momento.

Y para ello se apoyan en una historia romántica protagonizada con gran química por Emma Stone y Ryan Gosling. Stone ya se ganó con mucha facilidad al público con apariciones en Zombieland o protagonizando la comedia adolescente Se dice de mí. Enamoró a medio mundo con su Gwen Stacy en The Amazing Spider-Man 1 y 2 y ha trabajado con Allen o Iñárritu (Birdman). Como curiosidad, ya había coincidido con Gosling en dos ocasiones antes de este papel: en Crazy Stupid Love, donde ambos compartían un pequeño pase de baile y en la olvidada Gangster Squad.

Gosling no se queda atrás y es uno de los actores del momento. Sus papeles en drama con un toque romántico son su especialidad: El diario de Noa, Blue Valentine, Cruce de caminos o Drive; papeles que ha sabido alternar con otro tipo más comercial, como sus apariciones en La gran apuesta y protagonistas como Los idus de Marzo y la reciente Dos buenos tipos, donde está genial.

Como curiosidad, no hay secundarios en esta historia que pinta una ciudad de Los Angeles de ensueño, colorida y amable, que contrasta con esa otra visión que de la urbe se da en otros géneros cinematográficos, oscura y deshumanizada, como el noir o el thriller.


La La Land es una película divertida y revigorizante por momentos, con un aspecto musical muy cuidado, donde el jazz sale reforzado. Tiene algunas piezas que son en verdad una maravilla de ejecución técnica y actoral y quizás solo por eso ya se merezca muchos de los premios y de las críticas positivas que ha recibido. Pero también es cierto que esto ya lo hemos visto antes, que Hollywood se vuelca con este tipo de películas y que quizás después de todo no es para tanto. El desenlace, sin ir más lejos, me parece brillante pero al mismo tiempo me traslada un mensaje con el que estoy profundamente en desacuerdo.


Tendrán que pasar algunos días y ver otras películas, pero tengo serias dudas de que nos encontremos ante lo mejor del año. Por muchos Oscars que vaya a llevarse. 

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