La última ganadora del Premio Planeta se dio a conocer gracias
a esta trilogía de género negro con una ambientación muy lograda que bebe
directamente de las leyendas y la mitología del valle del Baztán, en Navarra.
En esta segunda parte, la inspectora de la policía foral Amaia Salazar, que estrena
una primera maternidad, debe enfrentarse a un nuevo asesino que obsesionado con
la profanación de iglesias y con las ofrendas macabras siembra de nuevo la
inquietud y el terror en el valle del Baztán.
Y por si eso no fuera
suficiente para enervar a cualquier investigador, no son pocas las conexiones
con el caso del basajaun, el asesino en serie que la propia Salazar se encargó
de descubrir un año anterior –y que se narró en El guardián invisible-. De hecho, este nuevo criminal se ha
denominado a sí mismo como “Tarttalo”, un cíclope de la mitología vasca.
La continuación de la Trilogía del Baztán tuvo tanto éxito
como su predecesora y su autora supo cómo continuar la fórmula al mismo tiempo
que evolucionaba a su protagonista, en conflicto constante consigo misma con su
nuevo papel de madre y los terribles recuerdos de su infancia que le
ocasionaron el trauma con su propia progenitora, que no solo la ha odiado desde
siempre, sino que vertió en ella sus obsesiones enfermizas. Es decir, de nuevo
la vida personal de la inspectora Amaia Salazar es parte esencial de la trama
de la novela, una apuesta siempre arriesgada por parte de un escritor en una
novela de género negro, pero que aquí Redondo integra a la perfección en la
investigación criminal.
De nuevo la ambientación en
Navarra y ese juego entre realidad y leyenda que tan bien le sienta a la
historia son los puntos fuertes de la escritora. He echado de menos un poco más
de hincapié en los hechos pasados, ya que hacía bastante tiempo que había leído
la primera parte y me costó un poco entrar de nuevo en la historia, ya que no
recordaba todos los roles de los diferentes personajes que en ella aparecían.
Pero la trama sigue
funcionando, manejada con pulso firme por Redondo y además deja alguna que otra
subtrama pendiente para la tercera parte, Ofrenda
a la tormenta. Porque conforme más avanza la inspectora en la resolución
del caso, más incógnitas van apareciendo en torno al rol que su propia sangre
tiene en la historia reciente de Elizondo.

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