martes, 7 de marzo de 2017

Logan, de James Mangold

La última interpretación de Hugh Jackman como Lobezno no es solo el final de la trilogía del personaje, que ha ido en un crescendo de calidad, sino que podría serlo también de una franquicia que lleva casi veinte años en los cines. Está claro que la FOX no va a abandonar tan lucrativos ingresos, pero tampoco lo va a tener fácil para reinventarse, teniendo en cuenta el bajonazo de X-Men Apocalipsis y la aceptación que han tenido tanto Deadpool como Logan, ambas para mayores de 18 años.

Hay un riesgo de que esto se malinterprete, porque lo que las hace interesantes no es la violencia descarnada, las muertes o el lenguaje malsonante que comparten, sino que, cada una a su manera, son dos películas totalmente diferentes a lo que veníamos viendo hasta ahora, sin dejar de lado completamente la pertenencia a un universo de ficción superheroico. Deadpool es una comedia de acción salvaje y Logan, que la mejora en la mayoría de aspectos, es una hábil mezcla de géneros e influencias al cine de justicieros de los ochenta, al western crepuscular, a las road movies y a esas historias de compañeros imposibles.

La mezcla le queda bien a Mangold (El tren de las 3:10). La historia es suya y la apuesta por el tono es buena. Las escenas de acción están muy bien resueltas, con alguna bastante potente. Pero las relaciones entre los personajes también están trabajadas y la complicidad entre Jackman y Patrick Stewart es palpable durante todo el metraje, en una de las mejores caracterizaciones de este último que le recuerdo. Con la pequeña Laura también ocurre esto, sobre todo teniendo en cuenta que no habla apenas nada. La banda sonora de Beltrami o la fotografía también ayudan a dar el acabado tan personal de la historia. Incluso el sentido del humor está administrado con inteligencia.

No veo tanta influencia de El viejo Logan, una de las historias más importantes del personaje en el cómic en los últimos años. El Logan que aquí se nos muestra es un perdedor y un cínico que está harto de todo y que solo espera a que le llegue la hora, intentando que no se le note demasiado el buen corazón que siempre ha atesorado. El misterio que rodea a su deterioro y al de Xavier es una de las mejores subtramas de toda la película.

No creo que Logan sea la mejor película de los X-Men porque, sencillamente, no es una película de superhéroes. Es otra cosa diferente y por eso funciona. Es una novedad. Es una historia violenta y realista, ambientada en un mundo futuro cercano, plausible y que sabe recurrir al universo que ha ido estableciendo la franquicia. Tanto Stewart como Jackman le tienen tomada la medida a sus personajes. Lo de este último es más que interesante: nunca ha renegado del personaje que le dio la fama, todo lo contrario: lo ha abrazado sin reparos. Ha protagonizado las primeras películas dentro de un reparto coral; la primera y decepcionante Lobezno Orígenes en solitario y su secuela; ha aceptado un papel secundario en X-Men Días del futuro pasado y meros cameos en Primera Generación. Su insistencia y su compromiso han permitido esta última visión del personaje y se merecía un éxito así.

Si lo que se busca es una de esas historias en la que Lobezno arrasa con todo mientras se fuma un puro y suelta un chiste gracioso, como buena parte del metraje eliminado que se pudo ver en Lobezno Inmortal (The Wolverine), esta no es la película. Si, por el contrario, uno se quiere encontrar con ese Lobezno que reniega de su pasado, que intenta controlar sus ataques de ira y cuyo único deseo es ser digno de sus compañeros en la Patrulla-X, ésta tampoco va a ser su película.


Pero si lo que se quiere es pasar un rato entretenido con una buena historia de acción, rodada de forma clara, con un poso dramático cuidado y conseguido a través de la relación de sus personajes –bueno, tal vez le falla un poco el final, pero era difícil mantener el ritmo-, entonces Logan es la historia definitiva del personaje. 

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