El drama deportivo funciona
muy bien en taquilla. No en vano esta producción triplicó sus escuetos treinta
millones de presupuesto. Y el boxeo goza de un lugar privilegiado dentro de ese
género. Clásicos como Toro Salvaje o Marcado por el odio comparten historia
con la longeva saga de Rocky Balboa –cuya séptima y última entrega, Creed, se estrenó hace apenas un año- y
con otras aproximaciones más modernas, casi todas ellas basadas en hechos
reales, como Cinderella Man o la
oscarizada The Fighter.
Es el vehículo ideal para
contar una historia de superación personal. En el caso que nos ocupa tal vez no
veamos nada nuevo, pero el guión tiene detalles interesantes, la dirección de
Fuqua (Los amos de Brooklyn) es
clásica pero acertada y su actor protagonista, Jake Gyllenhaal, la eleva sobra
la media gracias a una buena interpretación, muy física por supuesto, pero
cargada de emoción.
Billy Hope es el campeón
invicto de peso medio que ha llegado a lo más alto gracias a la ayuda de su
esposa. Ambos salieron de lo más bajo de la sociedad, de hogares de acogida,
pasando por la cárcel y logrando formar una familia juntos. Pero Billy lo
pierde todo cuando Maureen muere en un extraño suceso, ya que el desequilibrio
se instala en su vida, sus supuestos amigos lo abandonan y Servicios Sociales
le arrebata a su propia hija. Si quiere recuperarla, deberá volver a sentirse
una persona y lo único que sabe hacer es boxear. Pero no va a poder hacerlo
solo.
Puede que la historia recuerde
a un buen montón de tópicos del género, pero resulta muy entretenida en sus dos
horas de duración. Detrás de ella se encuentra Kurt Sutter en su primer guion
para cine, tras hacerse un nombre en la televisión norteamericana, tras
producir, escribir, dirigir y actuar ocasionalmente en dos míticas series como The Shield y Sons of Anarchy, de la que además es el creador.
Antoine Fuqua aporta una mirada sobria alejada de cualquier tipo de alarde. Es
un profesional capaz de cambiar de género con acierto y prácticamente todas sus
películas se dejan ver con agrado. Detalles como los momentos posteriores al
combate, que pocas veces vemos en este tipo de películas o la cambiante
relación de la pequeña con su padre me han parecido novedosos.
Gyllenhaal ha demostrado
sentirse muy cómodo en un tipo de cine algo alejado de lo comercial. Sus
incursiones en el mismo, con producciones como Prince of Persia no le salieron muy bien, así que tiene muy claro
dónde está su sitio. Dramas como Brothers;
policiacos como Sin tregua o
proyectos inclasificables como Nightcrawler
le han convertido en uno de los actores de su generación con una carrera más
interesante. Le acompañan en el reparto en unos papeles secundarios dos seguros
como Rachel McAdams (Doctor Extraño,
True Detective, Spotlight, Sherlock Holmes, Midnight in Paris, Más allá del tiempo) o Forest Whitaker (Arrival,
Rogue One, Repo Men).
La película también atesora
alguna que otra curiosidad. Se trata de la última banda sonora compuesta por
James Horner antes de morir, al que va dedicada la película. También se trata
de una historia que en un principio iba a protagonizar el rapero Eminem, ya que
tiene muchos elementos sacados de su propia vida. Al final se salió del
proyecto y participó en la producción con un par de temas musicales. Además es
la primera producción en la que el Grupo Wanda ha participado en Hollywood, lo
que hizo que se estrenará primero en China.
A nuestro país llega con
prácticamente dos años de retraso, ya que se estrenó en junio de 2015. Si a eso
le añadimos un nuevo desplante en la traducción del título, tenemos todos los
elementos para que triunfe en nuestra taquilla.




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