miércoles, 12 de abril de 2017

Homeland. Sexta temporada

Pocas series han sabido reinventarse tan bien como Homeland. Sobre todo tras finalizar su tercera temporada. La muerte de Brody no solo acabó con un arco argumental que se había prolongado durante tres años, sino que dio un broche de oro a un fantástico plan que Saul Berenson había estado llevando a cabo cuando se hizo cargo de la dirección de la CIA y que revolucionaba la política exterior norteamericana en Oriente Medio.

Pero no contentos con lo que habían conseguido, los responsables tras la serie decidieron apostar por temporadas autoconclusivas. Era posible seguir algunas subtramas año tras año, como la maternidad de Carrie, pero en líneas generales se trataba de un nuevo escenario con diferentes personajes. Primero tuvimos a Carrie destinada en Afganistán y Pakistán. Mientras que en su quinto año en antena la acción se trasladó al corazón de Europa, a la ciudad de Berlín, con la protagonista ya alejada de los servicios de inteligencia.

Aunque es innegable que las principales tramas de la serie tienen un punto exagerado en torno a todo ese mundo de conspiraciones que rodea siempre a los espías de la CIA, los guionistas se preocupan de aderezarlo con suficientes elementos de actualidad histórica que le dan una capa de veracidad. Cuando uno ve un capítulo de Homeland tiene la sensación de familiaridad, porque es fácil encontrarse muchos elementos comunes con los principales telediarios que aparecen en televisión.

Esto es algo que en el principio de la sexta temporada ha podido jugarles una mala pasada a los guionistas, pero que con el paso de los capítulos han sabido asimilar: creían que iba a ganar Hillary Clinton. De vuelta a Estados Unidos, las elecciones presidenciales acaban de terminar y en el centro de toda la historia se encuentra la nueva presidenta, elegida por los ciudadanos pero que todavía no ha jurado el cargo y cuyas ideas sobre política exterior preocupan mucho a las principales agencias de inteligencia, con Dar Adal a la cabeza.

Carrie vive ahora en Nueva York con una doble vida. Como civil trabaja en una fundación dedicada a dar protección legal y asistencia a musulmanes que han sido perseguidos por el gobierno, mientras que en secreto se ha convertido en una de las principales asesoras de la futura presidenta. Lo que la colocará en medio de una nueva conspiración.


El uso fraudulento de los medios de comunicación, en especial de las redes sociales y de la televisión y los métodos de presión que pueden ejercerse incluso en un futuro presidente de los Estados Unidos conviven con la paranoia hacia un nuevo atentado terrorista que pone en la picota a buena parte de la población musulmana del país. Y las leyes no pueden garantizar todos los derechos de los ciudadanos norteamericanos.

De nuevo el equilibrio entre los tejemanejes de los espías en la sombra y la realidad actual de la sociedad norteamericana está muy conseguido, auténtica seña de identidad de la serie junto a sus dos protagonistas, Claire Danes y Mandy Patinkin. Los episodios son emocionantes y dejan al espectador con ganas de más. No tengo claro si ahora mismo Showtime tiene una serie mejor en antena, pero se entiende su renovación por dos nuevas temporadas, presumiblemente las últimas. Más si tenemos en cuenta que, aunque el principal arco argumental que hemos visto este año ha quedado resuelto, la posición de Carrie al final del mismo ha quedado francamente comprometida.


El único pero que se le puede poner a esta temporada es el papel de Peter Quinn. Creo que el antiguo asesino de la CIA debería haber muerto en el desenlace de la temporada anterior, en esa última imagen ambigua en la que se insinuaba que Carrie acababa con su sufrimiento. Sin embargo lo hemos tenido dando tumbos junto a la protagonista, convertido en una pieza más de una complicada partida, destrozado físicamente por las secuelas del ataque de gas sarín al que sobrevivió y con un estrés postraumático que le hace imposible relacionarse con nadie. Al menos en los últimos episodios han sabido darle lo más parecido a una redención, pero no se me ha hecho fácil lidiar con él en muchas de sus apariciones, por mucho que el actor Rupert Friend lo haya dado todo por hacer a su personaje lo más creíble posible.

Es cierto también que la serie, dejando de lado un breve repunte en la temporada anterior, ha ido empeorando sus números tanto de cara a los aficionados como a los críticos. Pero eso no quita que siga siendo un espectáculo entretenido y emocionante, bien hecho y al que parece todavía queda cuerda para rato.

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