martes, 4 de abril de 2017

Lucky Luke. Edición Coleccionista 70 aniversario: alambradas en la pradera, de Goscinny & Morris

En 1965, el tándem Goscinny-Morris publicó dos álbumes protagonizados por Lucky Luke: el que nos ocupa, Alambradas en la pradera y el mítico Calamity Jane.

En el primero de ellos Goscinny echa mano de una situación bastante habitual en la época en la que se ambientan estas aventuras y que ha dado pie a un buen puñado de historias, sobre todo en cine: el enfrentamiento entre ganaderos y granjeros. Y que históricamente sufrió una escalada de violencia tal que llegó a conocerse como las Fence Cutting Wars y que tuvieron lugar en Texas en 1880.

En la versión de Goscinny, Lucky Luke se encuentra atrapado en esa vieja rivalidad y acaba tomando partido por el bando más débil, en este caso el de los agricultores que, habiendo obtenido legalmente sus tierras del gobierno de los Estados Unidos, no pueden evitar que el paso del ganado destruya una y otra vez sus cosechas. La caracterización de ambos bandos es extraordinaria: mientras que los agricultores son todos delgados y de vestimenta más humilde, los ganadores son todos opulentos y gordos y visten con relojes de oro. Por si todo esto no fuera suficiente, los primeros son vegetarianos y los segundos exclusivamente carnívoros. La broma llega hasta tal punto que en el salón todo se mide en filetes de carne –en el primer enfrentamiento de Luke con Cass Casey, el principal antagonista, Morris dibuja una secuencia enorme que recuerda a esa forma que tenía Sergio Leone de alargar el momento antes de que empezara el tiroteo-.
Un espectacular Morris

La tensión escala hasta límites insospechados cuando los ganaderos deciden encargar alambre de espino para cercar sus parcelas, algo que está más allá de cualquier provocación y que hace que incluso los habitantes de la ciudad decidan huir antes que tener nada que ver con ello –un viejo recurso del guionista: la masa de gente que suele acompañar a los principales personajes suele ser bastante tonta y cobarde-. Aquí hay una segunda lectura de lo más interesante en torno a la idea de libertad, ya que los granjeros pretenden conquistar sus derechos encerrándose tras una alambrada, mientras que los ganaderos se sienten “encerrados” en las vastas llanuras del Oeste simplemente porque les han denegado el paso por determinadas propiedades.

Aunque Luke acaba accediendo a convertirse en instructor de los granjeros, de modo que estos sean capaces de defenderse por sí mismos, la cosa no va a más y al final todo acaba llegando a un entendimiento. Un final feliz en la línea del de Las colinas negras, del todo increíble pero adecuado para el tipo de publicación infantil de la época.


Como curiosidad, a las bromas recurrentes que tanto gustan a Goscinny en torno a la carne, las verduras o a los malosos que acaban continuamente embadurnados en alquitrán y emplumados, hay que añadir un par de ellas que me han encantado: la del remedio indio para quitar el hipo y la de Luke escapando por la ventana equivocada, estampándose contra el suelo a escasos centímetros de su caballo –no suelen ser muchas las bromas a costa del protagonista-. 
La conquista de la libertad

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