Una de las señas de identidad
de esta serie es como la natural separación que debería existir entre la vida
personal y laboral de la protagonista va deshaciéndose poco a poco, llegando a
mezclarse en muchas ocasiones de tal forma que cuesta distinguir en qué bando
se encuentra militando Alicia Florrick en cada momento.
Las manipulaciones de Eli
Gold, en el último episodio de la primera temporada, hicieron que Alicia
cerrara filas en torno a su marido, allanando el camino hacia una nueva campaña
política en pos de retomar su antiguo cargo de fiscal del distrito. En
detrimento de una posible relación amorosa con Will Gardner, su jefe en el
bufete.
Dejando de lado
momentáneamente este triángulo romántico, las principales tramas de esta
segunda temporada se centran en dos escenarios diferentes, siempre con Alicia
pivotando en el medio: en primer lugar la campaña política de su marido, que
afecta de manera insospechada a su vida personal; mientras que en segundo
lugar, pero no menos importante, se encuentra una batalla entre bambalinas por
el control del bufete, ya que Diane y Will se han visto obligados a asociarse
con otra firma, liderada por Derrick Bond, al que interpreta el actor Michael
Ealy (androide en Almost Human, policía
en FlashForward o The Following).
Bond está dispuesto a todo,
incluso por medios poco ortodoxos, para acabar dominando el nuevo negocio. Una
de sus primeras medidas, que tendrá funestas consecuencias para Kalinda, es
traer un nuevo investigador de métodos aún más discutibles que los de la propia
Kalinda.
Aunque las tramas políticas
siempre me han atraído más que las legales, ambas se complementan bastante bien
en cuanto que Alicia debe seguir medrando dentro del bufete, ahora enfrentada
en muchos de sus casos a su antiguo compañero Cary Agos, el último fichaje de
la Fiscalía, precisamente para que se encargue de aquellos juicios en los que
participe la mujer del antiguo fiscal del distrito.
También resulta interesante
apuntar el hecho de que en ningún momento se abandonan ni el desarrollo de las
tramas ni el caso semanal que cambia en cada episodio. Muy curioso es el papel
secundario de muchos actores que aparecen muy de vez en cuando, ya que por
fuerza hay un buen puñado de rostros que se repiten cada pocos capítulos:
abogados, jueces o clientes del bufete. Merece la pena destacar a Mike Colter, Luke Cage en las series superheroicas
de Marvel y Netflix o a Michael J. Fox como un abogado tan hábil como falto de
escrúpulos.
La segunda temporada de The Good Wife eleva el nivel de la primera.
Hay una enorme cantidad de personajes secundarios en danza que se hacen
interesantes más allá de su relación con Alicia, aunque es cierto que Julianna
Margulies es el corazón de la serie y cuanto más en el ojo del huracán se
encuentra, más lo disfrutan los espectadores. En uno de los últimos episodios
de esta temporada, cuando Alicia debe enfrentarse a sus hijos tras haber tomado
una decisión drástica en lo referente a su vida con su marido, la actriz está
magnífica, lo que le valió un Premio Emmy
–ese año The Good Wife estuvo
nominada a nueve de estos premios-.
La evolución de todos los
personajes está muy lograda y aquellos que parecen van a tener un papel
anecdótico o cuyo ciclo ha acabado, son reciclados con inteligencia. De modo
que de nuevo tenemos un final que parece va a cambiarlo todo y que deja un
interesante punto de partida para la siguiente temporada.




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