De entre todas las colecciones
que se publicaban entonces, aquellos personajes que vivieron su mejor momento
fueron precisamente los antihéroes de verdad, los que siempre habían sido así,
como Frank Castle. The Punisher War Zone,
estrenada en 1992, era la tercera serie regular protagonizada por el personaje
tras The Punisher (1987) y The Punisher War Journal (1988), que
lanzaron Carl Potts y Jim Lee.
En esta nueva serie de la
franquicia, el guionista Chuck Dixon (Robin Año Uno, Batgirl Año Uno), que luego asociaría su nombre a la franquicia de
Batman en el Universo DC, no inventa
nada nuevo, pero sí que se las arregla para introducir algunos aspectos
novedosos en el modus operandi de el Castigador. Asentado en
Brooklyn, de nuevo lo tenemos enfrentado a una familia mafiosa italiana, los
Carbone. Primero el guionista lo separa de Micro, su incondicional apoyo, en lo
que parece ser una ruptura que tardará en resolverse. Y luego le hace cambiar
drásticamente de técnica: esta vez se infiltrará dentro de la familia, bajo una
identidad falsa, para tener acceso a jugosa información que le permita ir
destrozándolos poco a poco desde dentro, aparte de llevarse por delante a la
competencia.
El tebeo está repleto de
violencia constante: peleas cuerpo a cuerpo, tiroteos y explosiones. Muertes
por doquier. E incluso una tortura con un soplete y un polo de helado que fue
adaptada en la película protagonizada por Thomas Jane.
La historia de Dixon es más
que correcta. Introduce a un nuevo personaje, Fusil, hijo del tiempo que lo vio
nacer y a lo largo de los seis primeros números de la colección –los que vienen
recopilados en este tomo- logra darle un desenlace apropiado, dejándose algunos
cabos sueltos para el futuro. Comprende a Frank Castle y no teme llevarlo un
poco más allá. Por ejemplo, nunca había leído con anterioridad que utilizara la
seducción y el sexo como un arma más. La trama central no es nada del otro
mundo, ni siquiera es original, pero funciona y se desarrolla con naturalidad.
La auténtica estrella de este
inicio de la colección son los lápices de John Romita Jr. acompañado por las
tintas de Klaus Janson –un artista que ya estuvo ligado a la primera colección
del personaje-. El color de Gregory Wright añade el toque para un acabado
magnífico. Páginas repletas de fuerza y de detalle, con secuencias elaboradas y
un autor que siempre se ha sentido cómodo dibujando a mafias italoamericanas y escenarios
de los bajos fondos de la ciudad. Daredevil o Spiderman también han conocido
estas predilecciones de Romita. Puede que en algún momento se le fuera la mano
con alguna que otra arma más grande de lo habitual, pero se le perdona, ya que
en aquella época era tendencia entre los dibujantes de cómic.
Estos primeros seis números de
la colección –Romita duró dos más y Dixon tuvo dos etapas en la serie- fueron
recopilados por Forum en su colección
One-Shot, una serie de tomos con tapa
roja con una preocupante tendencia a perder las hojas con el paso del tiempo y
que se centraban, más que en recopilar etapas de series regulares, en
miniseries de diferentes personajes. Romita Jr. fue uno de los autores más
utilizados en este formato: Cable:sangre y metal, El hombre sin miedo
o Los años perdidos. Carlos Pacheco
también vio publicadas sus inicios en el cosmos mutante.





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