viernes, 3 de septiembre de 2021

La versión de Dune de David Lynch

 

La primera vez que vi la película Dune no entendí nada. También me pareció aburrida y los efectos especiales tampoco me llamaron la atención. Teniendo en cuenta que se estrenó en 1984 y que El retorno del Jedi es de un año antes, esta última ha envejecido muchísimo mejor. Esa primera vez tampoco conocía el cine de David Lynch, ni la extraordinaria historia de la adaptación de la novela original en la que se basaba, mucho más interesante que la propia película en sí. 

Luego leí la novela en la universidad y si bien es verdad que la acabé, no me entusiasmó lo suficiente como para seguir con la segunda parte. Pero al menos me dio un nuevo punto de partida para acercarme a la película. Por esa época ya existía una miniserie que adaptaba de nuevo el material original de una manera algo más fiel que la de Lynch, aunque con muchísima menos personalidad dado el limitado presupuesto de un producto televisivo –y que sin embargo tuvo el suficiente éxito como para permitir una secuela-. 

David Lynch en el rodaje de Dune

Ahora a finales de año está a punto de estrenarse en cines, pandemia de covid mediante, una nueva versión que contará con un reparto cuajado de estrellas y el liderazgo de Denis Villeneuve, un director canadiense que ha apostado por el género de la ciencia-ficción en sus últimos trabajos y que ha demostrado con creces que le va la marcha: en 2016 estrenó La llegada, que adaptaba a su vez un relato corto que yo hubiera jurado que era dificilísimo de llevar a la gran pantalla y un año después Blade Runner 2049, probablemente una de las secuelas más difíciles de uno de los grandes clásicos de la ciencia-ficción de los ochenta. Y ahora se atreve con Dune. Está claro que ganas no le faltan, ni ilusión tampoco, por los grandes retos. 

Y es que Dune, la novela original, fue publicada por Frank Herbert en 1965, dando inicio a una longeva saga de ciencia-ficción que se ha convertido por derecho propio en una de las más importantes de la historia del género. En algún lugar he leído que Herbert reaccionó con esta novela al estilo de Isaac Asimov, mucho más luminoso y donde la tecnología tenía un papel mucho más importante en la salvación de la humanidad ante la caída del Imperio Galáctico. Y es que tanto Fundación como Dune parten del mismo punto de partida, un imperio en decadencia al borde del colapso, si bien la novela de Herbert apuesta por la fantasía en detrimento de la ciencia-ficción más pura. 

Tres de los actores de Dune

En el universo de Dune la humanidad también ha conquistado diversos planetas mediante el viaje espacial, se ha organizado socialmente en torno a un imperio y además existen personas con habilidades especiales como la telepatía. La primera novela de la saga gira en torno a la rivalidad entre dos familias de la nobleza, los Atreides y los Harkonnen, por el control del planeta Arrakis, único lugar del universo conocido en el que se puede encontrar una determinada sustancia que es la que permite el desplazamiento espacial -además de ser una poderosa droga con diversos efectos en el cuerpo y la mente humanas-. Junto a esta trama se desarrolla otra en paralelo en torno al típico Elegido, ya que los fremen, el pueblo originario del planeta Arrakis, llevan años esperando que se cumpla la profecía en la que un extranjero llegará para liberarlos del yugo del imperio. 

Es decir, por supuesto que hay ciencia-ficción, pero también mucho misticismo, visiones de futuro, uso de drogas con diversos efectos en la mente, sueños premonitorios y religión. La novela original también abordaba otros temas como el ecologismo y no son pocos los que han encontrado similitudes entre la especia que solo puede encontrarse en Arrakis –también conocido como Dune- y la historia del petróleo en nuestra época. Aunque todo esto quedó fuera de la adaptación llevaba a cabo por Lynch y es que la complejidad y la extensión de la novela no permitía de ninguna manera una película con una duración razonable. 

Naves espaciales descienden sobre Arrakis

Aun así, dejando fuera muchas ideas que estaban en el material original y centrándose exclusivamente en la rivalidad a lo Juego de tronos entre las dos principales casas y la posterior rebelión de los fremen, la película a Lynch se le fue a algo más de tres horas de metraje, algo que los productores no vieron con buenos ojos. Tampoco debían de estar muy contentos con el material ofrecido por el director y los primeros pases ofrecieron mucha confusión por parte del público. Se hizo necesario un primer remontaje que aligerara algo la película y que al mismo tiempo explicara mejor su trama, algo que nunca es fácil de hacer y que visto el resultado final no acabó de funcionar: la historia sigue siendo bastante confusa, sobre todo si no se ha leído la novela; las transiciones están fatal hechas y odo hay un problema grave con el paso del tiempo en la ficción, ya que el espectador nunca sabe exactamente cómo funciona. Si a eso le añadimos lo ya comentado sobre el acabado en los efectos especiales y que en las escenas de acción y de lucha Lynch demostró que no era el director más indicado para ello, es normal la decepción tras el estreno. 

También hay un recurso que recuerdo que en su momento me llamó mucho la atención y es que a veces escuchamos los pensamientos íntimos de los personajes, aunque no sean telépatas. El uso de la voz en off no suele gustarme mucho y en este caso es claramente una solución al problema del metraje excesivo, de la misma manera que lo es la introducción protagonizada por Virginia Madsen que interpela directamente al público y que es prácticamente lo único que hace en toda la película. Un intento desesperado por hacerla más comprensible. 

Una de las criaturas alienígenas que aparecen en Dune

Lo más curioso es que si bien es cierto que Dune fue un enorme fracaso de taquilla y de crítica, en Hollywood todo suele aprovecharse y no hay mal que por bien no venga. A Lynch lo había fichado para este proyecto Dino de Laurentiis, mítico productor italiano que había convencido a la Universal para que se subiera al carro y que llevaba varios años intentando llevarlo a buen puerto –antes de que Lynch accediera Dune ya estuvo a punto de ser filmada por Ridley Scott, pero visto lo visto, el inglés tomó la decisión más adecuada a la hora de abandonarla por Blade Runner, que se estrenaría en 1982-. El caso es que a Lynch no le hizo ninguna gracia que otros metieran mano en el montaje final de su película –desde entonces siempre se ha asegurado esta parte de la producción en todo lo que ha filmado-. De hecho la historia del Dune de David Lynch es también la historia de varios y diferentes montajes: existe uno para televisión cuyos resultados finales eran tan malos que Lynch exigió que quitaran su nombre de los títulos de crédito –no solo la había dirigido, también le habían encargado la redacción del guion final-; también existe una versión que en su momento llamó la atención del público que estaba realizada por un fan que se había dedicado a recopilar todo lo emitido de la película en sus diferentes versiones para unirlas en un montaje definitivo. Incluso la Universal le ofreció a Lynch la posibilidad de realizar un montaje del director, idea que rechazó cortésmente. Y es que desde entonces Lynch ha tenido momentos en los que ha renegado totalmente de la película, llegando al extremo de pedir a los periodistas que no le preguntaran por ella en las entrevistas. En declaraciones más recientes ha asumido su parte de culpa y ha admitido abiertamente que se equivocó al acercarse a un material que desconocía por completo perteneciente a un género que nunca le había interesado lo más mínimo –en un principio la labor de Lynch en el guion iba a consistir en acabar de perfilar una versión anterior pero fueron tantos los cambios que acabó reescribiéndolo casi por completo. Lo que no he conseguido averiguar es si en algún momento del proceso llegó a leer la novela original, porque es cierto que en la película metió algunos diálogos de forma prácticamente literal e incluso utilizó parte de un lenguaje inventado por Herbert-. 

Lo más curioso es que uno podría pensar que después de un rodaje tan difícil y unas relaciones tan tirantes con productor y distribuidora, la carrera profesional de Lynch podría haberse visto afectada. Pero la verdad es que su siguiente película, Terciopelo azul (1986), también estuvo producida por de Laurentiis y el cineasta contó con total libertad para empezar a asentar ese universo tan propio que ha ido desarrollando desde entonces en su obra. De igual manera, volvió a colaborar con Universal en 2001 en una de sus películas más celebradas, Mulholland Drive

Algunos efectos especiales no han envejecido demasiado bien en esta versión

Y si bien es cierto que su experiencia como director en Dune no fue especialmente buena, hay que destacar su encuentro con Kyle MacLachlan en el que era su primer papel en cine. Luego repitieron juntos en la mencionada Terciopelo azul y en 1990 en la genial Twin Peaks, lo que relanzó la carrera del actor en televisión, convirtiéndose en un rostro habitual desde entonces en la pequeña pantalla. El reparto del Dune de Lynch no brilla con tanta fuerza como el de Villeneuve y sin duda no llama tanto la atención como el que tenía planeado el cineasta chileno Alejandro Jodorowsky -y del que merece la pena hablar más adelante-. Pero contiene entre sus actores algún nombre mítico como el de Patrick Stewart (Logan), Max Von Sydow (Robin Hood), Sean Young o el cantante británico Sting, que interpretaba a uno de los Harkonnen luciendo un físico envidiable. 

Hablando de música, Brian Eno compuso una canción y el grupo de rock norteamericano Toto se encargó de una banda sonora que en posteriores visionados me ha ido gustando cada vez más. Lo mismo tengo que decir del barroco diseño de producción de la película, con todo lo relacionado con los Harkonnen a la cabeza, por muy grotesco y desagradable que resulte en pantalla. Esos enormes decorados o el cuidado vestuario de los actores parecen justificar, con el uso de los efectos especiales, los cuarenta millones que se gastaron de presupuesto y que no llegaron a recuperar en taquilla. Todo esto, junto con las escenas del desierto, fueron rodadas en México al mismo tiempo que de Laurentiis llevaba a cabo otra producción en el mismo sitio con un fuerte componente de fantasía: Conan el destructor –varios miembros del equipo técnico participaron a la vez en ambas películas-. 

Uno de los gusanos de arena que habitan el planeta Arrakis

Ha llegado el momento de hablar de Jodorowsky y de Jodorowsky’s Dune, documental que se estrenó en 2013 y que narraba, con jugosas declaraciones en primera persona de buena parte de los implicados, el intento fallido del chileno por adaptar a su particular entendimiento la novela original de Herbert. Contando con producción francesa, todo quedó suspendido cuando Jodorowsky se gastó una cuarta parte del presupuesto y todavía no había rodado ni un minuto de película. Su idea original era tan loca, tan mastodóntica, que cuesta creer que consiguiera convencer a alguien para que pusiera el dinero encima de la mesa: más de diez horas de metraje y una serie de actores a cada cual más extraño para una producción de estas características: Orson Welles, Mick Jagger, David Carradine y un Salvador Dalí al que se le fue la olla a la hora de pedir sus emolumentos. Aunque lo realmente interesante se encontraba en el equipo técnico: música de Pink Floyd, efectos especiales de un Dan O´Bannon (Dark Star) que tuvo que retirarse a descansar por diferentes crisis nerviosas y problemas de índole mental o diseños liderados por Moebius (Estela Plateada: parábola) y H. R. Giger. 

Es sorprendente la cantidad de talento que Jodorowsky logró reunir en torno a su persona y una verdadera pena que su proyecto nunca llegara a ver la luz. Pero también es interesante, como muestra el documental, la enorme influencia que tuvo pese a no pasar de un estado de preproducción, ya que muchas de sus ideas lograron sobrevivir y materializarse en otras producciones de la década, incluso fuera de Hollywood, como por ejemplo El Incal, el cómic que hicieron juntos Jodorowsky y Moebius. El propio artista francés, junto con Giger y O´Bannon fue una pieza clave en el éxito del Alien de Ridley Scott en 1979. Y alguna que otra conexión más de lo más curiosa. 

La actriz Sean Young

De hecho, la intentona de Jodorowsky no fue la primera en adaptar la novela de Herbert. Ya había habido una previa que tampoco se materializó y que tenía a David Lean como director –quizás alguien pensó que como Arrakis era un planeta desértico donde no hay agua y se encontraba habitado por una tribu de seres humanos que se levantaban en rebelión el director de Lawrence de Arabia hubiera sido una buena elección-. 

Me encantaría saber qué fue lo que llevó a Lynch a aceptar la oferta de de Laurentiis. Desde el punto de vista del productor italiano lo tengo más claro, se trataba de un cineasta emergente que había cautivado a crítica y público con sus dos primeros trabajos, la extrañísima Cabeza borradora (1977) y la nominada a los Oscar El hombre elefante (1980). Por el otro lado ya tengo muchas más dudas, sobre todo teniendo en cuenta que Lynch venía de rechazar la dirección de El retorno del Jedi (1983). Quizás tuviera algo que ver que en la película había alguna que otra secuencia donde los personajes tienen viajes oníricos, muchos de ellos potenciados por las drogas, un tema en el que el director se ha sentido a gusto desde entonces, si bien es cierto que en esta película tampoco logró sacarles demasiado partido. Lo más probable es que fuera el dinero y que no es lo mismo rechazar un suculento cheque una que dos veces. 

La casa de Atreides

En definitiva, el Dune de David Lynch ha quedado no solo como su trabajo menos personal, sino como lo peor que ha hecho nunca. Cuesta encontrar a alguien que defienda la película a excepción de Herbert, que no tuvo malas palabras para ella tras su visionado. La película nació en un contexto muy particular en el que la ciencia-ficción en el cine sufrió un enorme impulso gracias al éxito de George Lucas y donde la mayoría de productoras se lanzaron en busca de la siguiente gran saga. De Laurentiis lo intentó primero en 1980 con Flash Gordon y de nuevo con Dune, apostando esta vez por un tratamiento mucho más adulto, pero en ninguna de las dos ocasiones logró su principal cometido, que era iniciar una nueva y lucrativa saga. 

Al final, esta primera versión de Dune ha quedado como un clásico del cine de ciencia-ficción ochentero, considerada por muchos como de culto. Como ocurre con todas las grandes producciones que se la pegan, la historia detrás de la historia es más interesante que todo lo demás, aunque es innegable que tiene cosas salvables. La fascinación por el clásico de Frank Herbert sigue estando ahí, como prueba el intento por parte de la Warner de resucitar la franquicia. Veremos si en estos tiempos del streaming, de las series de televisión y de la pandemia de covid-19, Dune encuentra el tan ansiado hueco en la historia del cine.

En Dune también hay escenas oníricas made in Lynch


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