La publicación, en enero de 1990, de El Ojo del Mundo es toda una declaración de intenciones por parte de su autor, el norteamericano Robert Jordan, que se había curtido en el terreno de la fantasía, concretamente en el de espada y brujería, a principios de la década de los ochenta como uno de los novelistas más destacados a la hora de continuar las aventuras de Conan el bárbaro.
En 1987 Jordan comenzó a trabajar en una novela de más de ochocientas páginas, teniendo en cuenta Glosario de términos y mapas, que no era si no la primera parte de una saga de fantasía medieval muy deudora del estilo de Tolkien que en un principio iba a contarse en seis entregas. Dado el éxito que la primera parte tuvo entre el público –la crítica no la trató tan bien-, Jordan trabajó a destajo para al menos garantizar la publicación de un nuevo volumen cada año. Sin embargo los planes iniciales acabaron siendo olvidados y al final la saga ha abarcado catorce entregas más una extra que en realidad era una precuela.
Eso la convierte en una de las más vendidas de toda la historia del género. La pena es que Jordan no pudo verla terminada, ya que falleció en 2006 debido a una grave enfermedad del corazón, no sin antes dejar instrucciones bastante precisas a su mujer y editora para que fuera otro escritor el que le diera el tan ansiado final. El elegido fue Brandon Sanderson, otro nombre propio del género fantástico y de la ciencia-ficción norteamericana.
Centrándonos en El Ojo del Mundo, Jordan presenta a sus principales personajes y los utiliza, por medio del viaje iniciático, para presentar a los lectores su mundo de fantasía. Campo de Emond es un pequeño pueblo situado al sur del reino de Andor del que varios adolescentes se ven obligados a huir cuando es atacado por trollocs, criaturas de aspecto monstruoso al servicio del Oscuro. Todo apunta a que son ellos la causa del ataque, aunque las intenciones de sus enemigos no están claras, dando así forma al principal misterio del libro. Ninguno de ellos hubiera podido escapar si no es por la presencia en el lugar de una Aes Sedai y su Guardián. La primera es una de las pocas personas capaz de manipular el Poder Único y el segundo es un experimentado y fiero guerrero.
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La Rueda del Tiempo, mapa incluido en El Ojo del Mundo |
Así comienza un viaje que atravesará el reino dirección norte en un intento de llegar a algún lugar seguro que les permita no solo mantener a salvo la vida de los jóvenes, sino averiguar por qué son tan importantes para la Rueda del Tiempo y el Entramado.
Más allá de su extensión como capítulo único o del hecho de que no es más que la primera piedra de un largo y costoso camino –nunca mejor dicho, visto que los protagonistas de esta historia están siempre en movimiento-, los puntos fuertes y débiles de El Ojo del Mundo están muy claros desde las primera páginas, sobre todo si se tiene cierto bagaje en el género. En la parte negativa hay que reconocer que recuerda muchísimo a La comunidad del anillo en particular y al universo de Tolkien en general. Con diferencias, por supuesto, pero no es posible ir leyendo y no reconocer a tal o cual personaje con rasgos de los protagonistas de El Señor de los Anillos o meterse en alguna que otra situación muy parecida si no calcada.
¿Es esto algo malo por sí mismo? No necesariamente. A los que vayan buscando algo nuevo, un giro de tuerca novedoso o sorpresas cada pocos capítulos, aquí no lo van a encontrar. Sin embargo, si se es fan de Tolkien y se añora su estilo, El Ojo del Mundo es un sustituto inmejorable: pese a su extensión, Jordan logra crear una trama absorbente cuajada de personajes carismáticos que en su conjunto se hace muy entretenida.
También es interesante cómo va construyendo el autor su particular mundo de fantasía poco a poco. Para esto siempre viene bien un buen mapa y aunque en su parte final la novela se completa con un Glosario muy útil para recordar algunos términos, su inclusión no es necesaria para entender lo que se está leyendo, ya que la propia historia dosifica bien la información y ésta va encajando bastante bien con cada nuevo capítulo.
Destacar las aportaciones más originales de Jordan al género, como el hecho de que la magia, o el Poder Único, como se denomina en La Rueda del Tiempo, está muy ligado al género del que lo practica de modo que son las mujeres las únicas capaces de utilizarlo sin caer en la locura. El desenlace de esta novela también está a la altura, apostando esta vez sí por algo diferente a Tolkien y, si bien deja la trama central prácticamente terminada, hay varios cabos sueltos que merece la pena explorar en futuras entregas. La parte cíclica de la historia, o al menos lo que se puede intuir con un único volumen leído, tiene mucho potencial.
La Rueda del Tiempo se ha convertido por derecho propio en una de
las sagas de fantasía más importantes de los últimos años. Más allá de las
novelas hemos visto adaptaciones al mundo de los juegos de rol, a las viñetas
de los cómics y a la pequeña pantalla con el inminente estreno de la adaptación
que ha realizado Amazon.
En España es Minotauro la encargada de reeditarla
desde el primer volumen, apostando por la tapa blanda –en ediciones anteriores
nos hemos encontrado con tapa dura, que siempre hace más pesados libros tan
tochos o incluso se ha publicado dividiendo esta historia en dos partes-. El
diseño es bastante bonito, comenzando por la portada, que en verdad llama la
atención de lector casual. Ninguna pega que ponerle a esta nueva edición.
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