Balagueró, uno de los principales directores del fantástico español, especialista en el género de terror, hizo su debut en pantalla grande en el año 1999 de la mano de Julio Fernández y la Filmax, a la que permaneció fiel durante varios de sus futuros proyectos, la mayoría de ellos de proyección internacional.
Pero todo empezó con este oscuro thriller policiaco en el que el director de REC adaptó una novela del escritor de género británico Ramsey Campbell, que comienza muy arriba gracias a su ambientación tan lograda, dando salida a unas imágenes lúgubres, claustrofóbicas y hasta cierto punto, barrocas y macabras. El detective Bruno Massera de la policía española, interpretado por Karra Elejalde (Mientras dure la guerra) el mismo año que se lanzó a la dirección con Año mariano, encuentra una niña horriblemente asesinada. Cinco años después, la madre de la criatura, Claudia, recibe una inquietante llamada de una chica que afirma ser su hija, pidiéndole ayuda y que la vaya a buscar.
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No podía faltar una autopsia en esta película |
Una estupenda Emma Vilarasau da vida a la cada vez más desquiciada Claudia, que divorciada de su marido desde hace tiempo se ve incapaz de confiar en nadie más que en el policía que llevó la investigación años atrás, un Massera que por sus propias cuitas personales ha abandonado el ejercicio de la profesión. La unión de ambos lanzará una segunda investigación que arrojará nuevas pistas sobre lo ya conocido, llevando a la improvisada pareja de detectives en nuevas direcciones tras los pasos de lo que parece ser una misteriosa secta llamada los sin nombre. Por si todo esto no fuera suficiente, un periodista de una de esas publicaciones exotéricas en formato revista recibe cierta información que lo pone en contacto con Claudia, iniciando así sus propias pesquisas -interpretado por un Tristán Ulloa en el principio de su carrera, ya que apenas un año antes había aparecido en un papel muy secundario en Abre los ojos-.
Balagueró ya había llamado la atención de los aficionados al género por la realización de dos inquietantes cortometrajes repletos de fuerza visual, pese a tener una temática incluso desagradable en muchos momentos. Algo de esto perdura en Los sin nombre, una película oscura, de atmósfera, que va planteando un misterio terrible, elevando la tensión cada vez más hasta un desenlace de esos que se quedan atrapados en la memoria para siempre -gran trabajo del director de fotografía Xavi Jiménez-.
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Los contrastes de luz forman parte fundamental de Los sin nombre |
Los sin nombre se suma a una tendencia compartida en esa época por buena parte de las cinematografías del mundo gracias al éxito y a la influencia de Seven (1995), que puso de moda un determinado tipo de policiaco oscuro y retorcido que jugaba alegremente con el terror. Balagueró además le otorgó su toque personal, interrumpiendo el metraje cada poco tiempo con una serie de flases de imágenes impactantes que sorprendían al espectador y que además tenían un sentido narrativo. También optó por filmar casi todo en interiores destartalados y oscuros, casi unos escenarios de pesadilla, como la que se encuentra viviendo la madre protagonista. Y poblados todos de personajes con un toque inquietante y excéntrico -entre los secundarios nos encontramos con algún que otro rostro conocido, como el de Toni Sevilla, Jordi Dauder o el argentino Carlos Lasarte-.
Una escena que se me quedó grabada la última vez que la vi fue cuando Massera se entrevista con un vecino en silla de ruedas y este decide finiquitar la conversación adentrándose, literalmente, en la oscuridad -justo antes además la cosa empieza muy bien, con una inquietante silueta vista al fondo del plano que parece acechar al antiguo policía-.
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Imágenes difusas, ¿sin explicación? |
Los sin nombre no es solo una de las películas más interesantes del cine español de los noventa, sino que también es un importante título de un subgénero del terror como son las películas de sectas. Para no sacrificar ni un ápice de ritmo, el viaje que emprenden los tres improvisados detectives es rápido y a veces sacrifica algo de contexto, así como una explicación más clara de cómo llegan al punto B desde el A. Pero hay una enorme cantidad de información que está ahí para intrigar al espectador: las conexiones con los experimentos nazis, el culto al mal, el uso de la violencia y el dolor o el esoterismo.
Balagueró sorprendió a propios
y extraños con su segunda película en 2002, el documental sobre el fenómeno de Operación
Triunfo. Retomó la senda del terror en sus dos siguientes trabajos, Darkness
(2002) y Frágiles (2005), tras los cuales volvió al cine patrio en una
de sus épocas más exitosas.
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La actriz Emma Vilarasau interpreta a Claudia en Los sin nombre |
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