Más allá de ser uno de los escritores más vendidos en lengua castellana en todo el mundo o de su perfil público, que, a través de sus redes sociales, le hace estar presente en la actualidad política y social de nuestro país, la realidad es que Arturo Pérez-Reverte puede presumir de algo que muy pocos autores consiguen. Y no es sino la creación de un personaje que trasciende las fronteras de la ficción que lo vio nacer para instalarse en el acervo cultural. Porque, hoy en día, ¿quién no conoce al capitán Alatriste?
Ni siquiera La Reina del Sur (2002), que es otro de los personajes más populares de Pérez-Reverte, sobre todo en Latinoamérica, se acerca a la importancia capital que tiene su criatura más famosa, que ha sido adaptada al cine y a la televisión; al mundo de las viñetas; que ha protagonizado -y protagoniza, como ahora veremos- su propia serie literaria y que ha logrado colarse en colegios e incluso como referencia cultural en otras ficciones -bien graciosas eran todas las alusiones al Alonso de Entrerríos de Nacho Fresneda en El Ministerio del Tiempo-. En la actualidad, en el Madrid de los Austrias, es sencillo encontrarse con personajes disfrazados que ofrecen un recorrido turístico por la historia del siglo XVII siguiendo los pasos de Alatriste y sus allegados -también tiene su propio juego de rol y le han dedicado hasta canciones-.
![]() |
El Capitán Alatriste de Viggo Mortensen |
Las ediciones de sus aventuras han sido muy variadas, incluyendo una comentada que desgrana buena parte de la historia real detrás del personaje, ya que su autor, que siempre ha demostrado predilección por el género histórico a la hora de elegir temática para sus novelas, ya tenía experiencia en estos lances en el momento en el que publicó su primera aventura, titulada simplemente como El capitán Alatriste, echando mano de un recurso tan manido como tomar personajes reales y ponerlos a interactuar con las creaciones propias, pero muy bien ejecutado y complementándolo con una ambientación de lo más creíble, apenas sin salir del Madrid del Siglo de Oro, con sus posadas, sus callejones oscuros, sus palacios o sus corrales de comedia.
Parece como si Pérez-Reverte fuera plenamente consciente del potencial del personaje que en ese momento estaba dando a luz, o al menos eso se desprende de la forma de presentarlo, a través de los ojos de un narrador que en el momento en el que tiene lugar la acción es solo un muchacho, pero que ha sobrevivido hasta su vejez para poder contar sus peripecias, lo que le permite tentar al lector, por un lado, con aventuras por venir, mientras al mismo tiempo le sirve para ir perfilando a los secundarios, ya que es sabedor de lo que les depara el futuro. Este recurso literario le sirve además al autor para cargar las tintas sobre una situación social y política difícil, en la que el Imperio español comenzaba su largo ocaso tras unos años en los que había sido la gran superpotencia europea. Esa crítica y esa forma de describir al pueblo español, al país donde les tocó vivir o a los gobernantes a los que sirvieron se ha convertido, con el paso del tiempo, en una de las señas de identidad más definitorias de Arturo Pérez-Reverte, aunque en la redacción de las aventuras del capitán Alatriste deje entrever cierta sorna e ironía, como prueba el lenguaje usado por Íñigo Balboa para contar la vida del que fue su señor y maestro, obligado por una deuda de amistad a adoptarlo bajo su manto, y la suya propia, que no fue poco movida precisamente -algunas de las críticas que recibió la novela en su momento atacaron esta forma algo coloquial y moderna, por anacrónica, que tiene Íñigo de expresarse-.
![]() |
El Capitán Alatriste de Aitor Luna |
Otro aspecto que refuerza la idea de continuidad en sus aventuras es que su autor enunció en el momento en el que se publicó este primer volumen una serie de títulos de aventuras futuras que luego fue publicando paulatinamente -aunque en algún momento de la vida de la serie decidió hacer algún cambio sobre los planes iniciales, en solo tres años aparecieron las tres primeras aventuras del personaje, empezando en 1996 y continuando con Limpieza de sangre y El sol de Breda-.
Se ha comparado en muchas ocasiones al Alatriste de Pérez-Reverte con los mosqueteros de Dumas, y algo de eso hay, como el uso del sentido del humor -en Dumas tiene más que ver con la picaresca de sus protagonistas y en el español con el uso del lenguaje del que hace gala Íñigo- o la introducción de un variado grupo de secundarios de todo tipo y condición de los que se van aportando apenas unas pinceladas, algo arquetípicas en algunos casos, pero que van apareciendo una y otra vez, quedando además muchos de ellos con la promesa de volver a encontrárnoslos en el futuro inmediato de la colección -creándose así una continuidad oficial del personaje-. Aunque hay que reconocer que también hay aventura en estas novelas -como indica el sobretítulo de estas- no es exactamente lo mismo, ya que Dumas es más activo en este aspecto, ofrece un menor descanso al lector y se lo toma todo con una menor gravedad. La lectura de este primer volumen es entretenidísima, con muchísimo ritmo -la verdad es que sus apenas 240 páginas se leen en un suspiro-, pero el autor de Hombres buenos se lo toma a veces más en serio, con una mirada más crítica hacia la historia de nuestro país que la que Dumas demostraba hacia Francia -los lances de amor también brillan por su ausencia, al menos de momento en esta primera entrega-.
![]() |
Ilustración de Alatriste a cargo de Joan Mundet |
Más allá de la fidelidad o no desde un punto de vista histórico, la realidad de la novela es que resulta creíble. Por cómo hablan y visten los personajes o por cómo luchan a espada -hay cierto toque costumbrista muy logrado por el autor-. La trama central tiene su miga -Pérez-Reverte no puede resistirse a situarla en el mismo universo creativo en el que suceden Los tres mosqueteros-, salpimentada por la presencia de figuras históricas de envergadura como Francisco de Quevedo, un jovencísimo Diego Velázquez, un Lope de Vega en pleno auge de su popularidad y reconocimiento, el rey Felipe IV o su valido el conde de Olivares. A los que hay que añadir creaciones sacadas del mundo de la ficción tan interesantes como el fraile dominico Fray Emilio Bocanegra; el Conde de Guadalmedina, Álvaro de la Marca; el secretario real Luis de Alquézar; o el consumado espadachín y asesino italiano Gualterio Malatesta -el autor de Sidi siempre ha demostrado una gran habilidad para los nombres de sus personajes-. A los que habría que sumar otro grupo de secundarios que rondan al protagonista continuamente, como el teniente de alguaciles Martín Saldaña, Caridad la Lebrijana, el Licenciado Calzas, el Dómine Pérez, padre jesuita; el Tuerto Fadrique, boticario; o Juan Vicuña, que frecuentan la Taberna del Turno, lugar de residencia habitual de Alatriste.
Pérez-Reverte también puede presumir de un estilo de escritura hasta cierto punto reconocible, sobre todo a la hora de crear un tipo de personaje que, con el paso del tiempo y el publicar de las novelas, casi cuarenta si tenemos en cuenta los relatos de menor extensión, ha llegado a conocerse como revertiano. Diego de Alatriste y Tenorio es uno de los mejores ejemplos de este tipo de personaje que pueden encontrarse en su obra: un tipo duro de pocas palabras, cultivado hasta cierto punto -disfruta mucho de la obra de Lope y valora la educación-; que se ha ganado el respeto de sus semejantes a base de dejarse la piel en su trabajo -aunque no sea bonito- y por sus convicciones -el título de capitán no es real, sino que es en realidad un apodo-. Peligroso en los lances de espada, dispuesto a venderse al mejor postor para poder sobrevivir, pero sin dejar de lado un código de honor propio que hace que su palabra nunca sea puesta en duda y que le permite, incluso en las situaciones más peligrosas, mantener un punto de orgullo -mercenario, pero honrado-.
![]() |
Mapa ilustrado de las aventuras de Alatriste en el Madrid del Siglo del Oro |
Un veterano de los Tercios de Flandes que, en el momento en el que comienza esta aventura, malvive como buenamente puede en Madrid mientras se recupera de una grave herida en el costado. Su habilidad con la espada y su reputación lo ponen al servicio de unos misteriosos enmascarados que necesitan que unos viajeros extranjeros se lleven un susto en su llegada a la capital. Pero algo se tuerce en el lance, lo que situará al protagonista en medio de una conspiración al más alto nivel de la Corte, lo que pondrá en peligro su vida -como muy bien indica Íñigo en un momento del relato, esta primera aventura del capitán Alatriste es también conocida como la de los ingleses-.
Antes de publicar El capitán Alatriste Pérez-Reverte había probado suerte en el género histórico de dos formas bien diferentes. Tanto El húsar (1986), su debut literario, como El maestro de esgrima (1988) son novelas serias, mientras que La sombra del águila (1993) tiene un marcado tono humorístico, en una de las historias más divertidas que le recuerdo a su autor -este estilo tan curioso de redacción lo ha cultivado desde entonces en diversos relatos cortos y en la novela Cabo Trafalgar (2004)-. Las aventuras del capitán Alatriste se sitúan en un punto medio, con un sentido del humor no tan salvaje pero sí importante y una recreación y ambientación histórica cuidada propia de cualquier novela que se precie en el género -el uso de las onomatopeyas, por ejemplo, apenas hace acto de presencia en la serie-.
![]() |
Página de la adaptación del cómic a cargo de Carlos Jiménez y Mundet |
No tengo claro la clasificación como novela juvenil que podemos encontrar en muchas descripciones sobre este libro, pese a que el narrador sea un muchacho de unos trece años -quizás sea porque se trata de una lectura realmente asequible, entretenida y formativa al mismo tiempo-. Lo más curioso es que en este primer capítulo el autor compartió los créditos con su hija, que en ese momento se encontraba en el instituto y que ayudó tanto con documentación como con ideas para el punto de vista del joven Íñigo. Al menos en su primera edición, de Alfaguara, la novela apareció con algunos sonetos incluidos en su parte final, así como con ilustraciones de Carlos Puerta. También se apostó por un diseño de tapa blanda con solapas y un color de cubierta en tonos ocres que perduró en todos los capítulos posteriores de la serie.
Tras un breve paréntesis en el
que Pérez-Reverte dedicó su atención a otras historias, la siguiente entrega de
las aventuras de Alatriste apareció en el año 2000, El oro del rey, mi
favorita de todas -año en el que también vio la luz otra novela, La carta
esférica-. El caballero del jubón amarillo se publicó en 2003, Corsarios
de Levante, en 2006, y finalmente, El puente de los asesinos,
en 2011. Desde entonces su autor ha permanecido alejado del personaje, al menos
hasta este verano, cuando ha anunciado que en septiembre de este mismo año 2025
aparecerá una nueva aventura, la tan esperada Misión en París, cuyo
título ya podía encontrarse en un adelanto que apareció en las solapas de la
primera edición de la novela que nos ocupa en este post.
![]() |
¿El Capitán Alatriste? No, Alonso de Entrerríos |
No hay comentarios:
Publicar un comentario