A finales de 2002 se estrenó en Reino Unido una de las producciones de terror más influyentes de los últimos años, que vino a renovar el género zombie con un importante, aunque sencillo, cambio: esta vez, los muertos vivientes se moverían a velocidades endiabladas, marcando las distancias con las películas fundacionales del género que había estrenado George A. Romero -tan solo dos años después Zack Snyder tomaría esta idea prestada para su debut tras las cámaras, con guion de James Gunn, en el estupendo remake del Amanecer de los muertos-.
La historia original de Danny Boyle y Alex Garland, director y guionista respectivamente, tenía lugar en una Londres moderna devastada tras un virus de origen animal que al transmitirse a los seres humanos los convertía en criaturas salvajes dispuestas a cualquier cosa por aniquilar a todo ser vivo a su alrededor. No eran estrictamente zombies, las reglas cambiaban ligeramente, y más allá de la estimulante propuesta visual de Boyle, supuso todo un soplo de aire fresco -The Walking Dead no devolvería al género a sus raíces hasta que se estrenó a finales de 2010-.
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Robert Carlyle interpreta a un problemático padre de familia |
La película funcionó tan bien en la taquilla y tuvo tanto calado en la sociedad británica que la secuela estaba asegurada, si bien para ello tanto Boyle como Garland tomaron un papel secundario en calidad de productores asociados. Aun así intentaron mantener cierto toque europeo que había funcionado muy bien en la primera parte, para lo que contaron con un director español, Juan Carlos Fresnadillo, que si bien había tenido una estupenda experiencia previa con el estreno de Intacto (2001), en la que ya pudo trabajar con actores internacionales de la talla de Max von Sydow, la realidad es que tan solo había rodado una única película en toda su carrera -eso sí, había sido nominado al Oscar por un cortometraje unos años antes-.
La apuesta no pudo ser más acertada porque el director canario dio lo mejor de sí mismo con una mirada inquieta, con mucha cámara en mano, y un montaje vertiginoso que transmitía al espectador toda la tensión y el nerviosismo de la historia, logrando un ritmo trepidante en todo momento y cumpliendo con esa vieja máxima del cine clásico de que toda película debe de empezar ya muy arriba -el prólogo es, sencillamente, espectacular-. La fotografía de Enrique Chediak le daba el acabado necesario a la imagen para que fuera reconocible por los aficionados a la primera parte, jugando además muy bien con la iluminación, los claroscuros y los contrastes, en escenas que tienen lugar en interiores, a plena luz del día o durante la noche cerrada –y que se añadió en posproducción, ya que toda la historia está rodada con luz diurna-.
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Rose Byrne y Jeremy Renner en una escena de 28 semanas después |
El reparto internacional estuvo compuesto por actores que en aquellos momentos puede que todavía no fueran muy conocidos, pero muchos de los cuales hoy ya se han convertido en grandes estrellas de Hollywood. Ahí tenemos a Idris Elba o Jeremy Renner -que interpreta a un francotirador, algo a lo que parece que le pilló el gusto-. También aparecían Harold Perrineau, famoso en ese momento por su papel protagonista en Perdidos; una jovencísima Imogen Poots o Rose Byrne. Aunque el cabeza de cartel en ese momento se lo llevó el escocés Robert Carlyle, que se hizo famoso gracias a la Trainspotting (1996) del propio Boyle, una de esas películas de culto que marcó a toda una generación -también había protagonizado algunos años antes estupendas historias como Ravenous (1999) e incluso llegó a interpretar a un villano de James Bond en El mañana nunca muere (1999)-.
El guion de 28 semanas después, en el que también participó Fresnadillo, reescribiéndolo junto a dos colaboradores de confianza, tiene algunos puntos de lo más interesantes; casi tantos como desastrosas ideas que hacían avanzar la trama porque sí sin una mayor explicación para el espectador, quedando algo arbitrario en muchas ocasiones. En su conjunto, es el punto más débil de toda la producción, sobre todo por el tratamiento del personaje interpretado por Carlyle o por la implicación del ejército de los Estados Unidos en la trama, demasiado omnipresente.
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Idris Elba interpreta al General Stone |
Resumiendo, cuenta la historia de la reconstrucción de Londres una vez los infectados por el conocido como virus de la rabia han muerto de hambre. Aunque se indica que es la OTAN la que supervisa la vuelta de los habitantes de la metrópoli a sus nuevos hogares, situados al este de Londres en la Isla de los Perros, en realidad es el ejército de los Estados Unidos el encargado de mantener la seguridad gracias a una serie de estrictos protocolos -que, y ahí radica uno de los puntos más flojos de la película, el guion se encarga de saltarse a conveniencia sin una mayor justificación-. La reunión del personaje de Carlyle con sus hijos, que se encontraban en el momento del desastre en España -el chaval aparece un buen rato con la camiseta del Madrid-, propicia un nuevo brote del virus, lo que obligará a los militares a intentar contenerlo por cualquier método posible. Una médico experta en el virus, interpretada por Byrne, formará equipo con un soldado americano incapaz de seguir las órdenes de exterminación de la población civil para intentar sacar de la ciudad a dos niños que albergan en su interior una posible inmunidad al virus.
28 semanas después se entrenó en 2007, el mismo año que Doyle y Cillian Murphy, el protagonista de 28 días después, hacían lo propio con Sunshine -de ahí que ninguno pudiera participar en la secuela de Fresnadillo-. Los resultados fueron muy buenos de cara a la taquilla y la crítica, dejando de lado el apresurado guion, tampoco la trató mal -la película tiene una característica un tanto atípica: no tiene un protagonista claro-. En ese momento se empezó a hablar de una saga que analizara otros aspectos de este mundo postapocalíptico, pero no llegó a desarrollarse hasta que se anunció una nueva secuela casi veinte años después y que aparecerá este mismo 2025 con los responsables originales de nuevo tomando un papel predominante.
Fresnadillo, que debió salir bastante reforzado en su carrera tras haber hecho esta película, se tomó su tiempo para volver a rodar una historia original en 2011, Intruders, que fue un fracaso de taquilla y pasó del todo desapercibida. Tuvieron que pasar muchos años hasta que volviera a ponerse detrás de una gran producción, en la Damsel (2024) de Netflix.
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Mackintosh Muggleton (con la camiseta del Real Madrid) e Imogen Poots |
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