Guionista y dibujante se vieron las caras por primera vez en 1991 cuando publicaron juntos Investigadores de lo desconocido, ¡deben morir!, una serie limitada en la que, curiosamente, tuvieron la oportunidad de trabajar, de forma muy breve, con Superman, que tuvo un pequeño cameo en la historia. Varios años después, y ya establecidos como una de las parejas artísticas más importantes del momento tras haber publicado un gran éxito de crítica y público, se lanzaron con una historia que tenía en su centro al primer superhéroe, al Último Hijo de Krypton, prolongando de paso su idilio con los aficionados.
La relación entre ambos artistas comenzó tímidamente con la mencionada Investigadores, pero ganó cada vez más fuerza gracias a Batman y una serie de especiales, recopilados en el tomo titulado Caballero maldito, que los llevaron a realizar la influyente El largo Halloween. Tanto su relación laboral como de amistad perduró durante dos décadas hasta la prematura muerte del dibujante en el verano de 2002 -a la edad de sesenta y seis años y debido a un fallo renal-.
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La idílica Smallville de Tim Sale |
Loeb y Sale se especializaron en un determinado tipo de historia ambientada en los primeros años de los héroes más míticos del cómic norteamericano, ya que llevaron su particular visión de estos tanto a Marvel Comics como a DC, aunque ha sido en esta última donde han cosechado sus mayores éxitos. Las cuatro estaciones apareció en el otoño de 1998, justo a continuación de la aclamada El largo Halloween, lo que nunca es fácil para un artista. Aun y con esas, ambos se superaron a sí mismos introduciendo algunos cambios en la forma de realizar esta historia, tanto en su guion como, sobre todo, en su aspecto gráfico, ya que se quiso apostar por un formato que recordara más a los cómics europeos, para lo que se contrató al colorista danés Bjarne Hansen, que fue nominado por su trabajo al Premio Eisner -la escena del primer número, que sirve como transición entre los dos hogares de Clark, Smallville y Metrópolis, ha quedado como una de las imágenes más icónicas que se han creado del personaje en los últimos años y eso que ni siquiera aparece Superman como tal-.
La miniserie cuenta con cuatro episodios y narra ese paso a la madurez en el que abandonamos todo lo que conocemos -la familia, el instituto, los primeros amigos- para partir en pos de un futuro tan incierto como prometedor, si bien no es el punto de vista de Superman el que se nos muestra, sino el de sus personajes secundarios, que nos permiten redescubrir al héroe desde nuevas perspectivas. Mientras que Pa Kent o Lois Lane toman el protagonismo en los dos primeros episodios, son Lex Luthor y Lana Lang los que se ocupan de completar la historia en los dos restantes. Para reforzar el paso del tiempo, y para que Sale se luciera con la ambientación, cada uno de los episodios está titulado como una de las estaciones del año -en su primera edición se publicaron en formato prestigio, es decir, con un mayor número de páginas de lo habitual para una grapa mensual, siendo recopilado desde entonces en diferentes formatos al convertirse en una de las historias de Superman más queridas por el público-.
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Una de las imágenes más icónicas del Superman moderno |
La historia tiene un gran equilibrio entre lo emocional, la espectacularidad gráfica que muchas veces se le exige al personaje y cierta nostalgia por los inicios del héroe, con un idealismo por unos Estados Unidos que encuentra su mejor acomodo en las pinturas de Norman Rockwell, al que Sale homenajea en multitud de ocasiones, ya sea de forma más directa o a través del tono conseguido en el relato a través de su dibujo. La trama también tiene su encaje en las historias que John Byrne creó en El hombre de acero, la miniserie con la que relanzó al personaje en la década de los ochenta del siglo pasado tras las Crisis en Tierras Infinitas, y que durante muchísimo tiempo fue la referencia más clara para los aficionados en lo referente al origen del Hombre del Mañana.
El Superman de Loeb y Sale es un personaje que en su identidad civil resulta ser un tipo enorme algo tímido cuyo corazón no le cabe en el pecho, mientras que en su parte pública es capaz de mover montañas, desviar ríos de su cauce o detener trenes con sus propias manos. Y todo eso se traduce al espectador de manera estupenda a través del diseño de Clark/Superman que nos ofrecen ambos. Para esta ocasión, Sale deja de lado su tendencia a la caricatura -más que evidente, por ejemplo, a la hora de retratar a los villanos de Batman- y da lo mejor de sí mismo en los detalles de los fondos, ya que sigue apostando por una página con muy pocas viñetas -siempre ha sido uno de esos artistas que dibujan grande, con un uso abundante de ilustraciones a toda página, ya sean individuales o dobles-. La narrativa, sin embargo, no sufre en ningún momento porque es justo la que pide el guion de Loeb, que si bien es cierto que siempre ha demostrado complicidad con Sale, también es uno de los escritores más reconocidos a la hora de plantear sus obras para el lucimiento de los artistas con los que trabaja -y que, de paso, le ha valido convertirse en uno de los más rentables y taquilleros de la época moderna-. Otro esfuerzo que hace Sale a la hora de mutar su estilo, sobre todo tras haber trabajado bastante tiempo con Batman, es que deja de lado el uso de los claroscuros, con la intención de que el color de su compañero, donde predominan los tonos pastel, brille todavía más en su dibujo -tan solo un año después, en 1999, Sale ganó el único premio Eisner de toda su carrera-.
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Página con Lois Lane de Las Cuatro Estaciones |
Es una lástima que, dada la gran aceptación que tuvo este cómic, la dupla formada por Loeb y Sale no volviera a realizar otra historia larga con Superman como protagonista, como sí ocurrió con Batman -en el Dark Victory-. Sí lo hicieron cada uno por separado, con resultados también bastante buenos, aunque a cambio nos dejaron unas pocas páginas, unas historias cortas que hicieron tiempo después en diferentes cómics antológicos en las que volvían a esos días de Clark en el instituto, junto a sus amigos Pete y Lana -en concreto, se sacaron de la manga un primer encuentro entre Clark Kent y un tal Bruce Wayne; nos introdujeron en el mítico baile de fin de curso que nos sabemos de memoria gracias a las películas y series americanas y plantearon un sentido homenaje al hijo enfermo de cáncer de Loeb en un número especial que publicó DC dentro de la colección Batman/Superman, que en ese momento guionizaba Loeb, y que contó con la ayuda de varios e ilustres artistas del mundillo editorial-.
Loeb también se obligó a introducir algunas variaciones en su forma de plantear las historias. El guionista de Ultimates 3 es uno de esos escritores que ha conseguido repetir cierto patrón en numerosas ocasiones con resultados muy buenos, como su apuesta por una historia de género negro de fondo, ya sea un misterio por resolver o un asesino al que capturar, o sus planteamientos en los que el héroe acaba cruzándose en muy poco espacio de tiempo con buena parte de sus enemigos y aliados principales -Batman: silencio es uno de los mejores ejemplos de este estilo tan reconocible que tiene Loeb en sus guiones-.
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El Superman de Tim Sale |
No es esta una de esas ocasiones, lo que convierte a Las cuatro estaciones en uno de los cómics más originales de la dupla formada por Jeph Loeb y Tim Sale, una de las más interesantes del panorama USA reciente: el primer número es un prólogo ambientado en Smallville, el mejor de todos, en el que nos encontramos con un jovencísimo Clark Kent que no puede evitar sentir miedo ante su futuro y donde nos topamos con varios de los mejores diálogos planteados por Loeb en toda la obra. Desde el “hemos hecho bien nuestro trabajo” de Jonathan Kent al “me lo hizo mi mamá”, que fue homenajeado en la reciente Superman & Lois -y no es la única referencia a las adaptaciones televisivas del personaje, ya que el diseño de Lois Lane recuerda en muchas ocasiones a la Teri Hatcher de la noventera Lois & Clark: las nuevas aventuras de Superman-.
Los siguientes tres episodios forman un todo argumental en el que podemos encontrarnos esa primera relación de admiración mutua que se establece entre la reportera más famosa del Planet y Superman; los primeros planes de Luthor para recuperar su preeminencia en la que siempre ha sido su ciudad y, por supuesto, la reafirmación del héroe en uno de los momentos más duros de su vida, ese en el que todos nos sentimos perdidos y solos y no se nos ocurre nada mejor que hacer que volver a casa en busca de consuelo y consejo -en este último episodio, uno de los mejores de la miniserie, se profundiza en el personaje de Lana Lang como nunca lo había visto hasta entonces-.
Más allá de su apuesta gráfica,
sobresaliente sin género de duda, Las cuatro estaciones destaca por
atreverse a explicar por qué Superman es como es y por qué hace lo que hace. Y realizarlo
desde un punto de vista tan realista como emotivo en la que es, por derecho
propio, una de las grandes aventuras modernas del personaje.
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